Hace mucho, mucho, mucho… Thomas Hobbes sostenía en el Leviatan:
La condición del hombre (…)
es una condición de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno está
gobernado por su propia razón, no existiendo nada, de lo que pueda hacer uso,
que no le sirva de instrumento para proteger su vida contra sus enemigos. De
aquí se sigue que, en semejante condición, cada hombre tiene derecho a hacer
cualquiera cosa, incluso en el cuerpo de los demás.
Desde luego, visto a la distancia, esta posición parece un absurdo. Por ello
Hobbes proponía un Contrato estatal que tiene por contenido el establecimiento
de la estatalidad, es decir, la intervención del Estado en
la resolución de controversias, dando paso así a la construcción de un nuevo
esquema de Soberanía.
Más allá de los matices de
absolutismo que en sus discursos describe el autor, quise iniciar mi columna de
hoy con esa parte de la obra de Hobbes, porque pareciera que vivimos esos
tiempos que se describen en su intervención.
Ante la incapacidad del
Estado, para dar seguridad pública a sus ciudadanos y en consecuencia seguridad
jurídica; han surgido grupos de autodefensa en diversos Estados del país, en
poblaciones rurales tan diversas; grupos que, de facto, pretenden
erigirse en autoridad policial para detener, revisar, enjuiciar y eventualmente
sentenciar o ejecutar a los “sospechosos”.
Lo preocupante de este
escenario no solo es que estos grupos surjan en poblaciones rurales del país,
allí donde la fuerza policial no termina por desplazarse y proteger a los
ciudadanos. Lo más grave es que están surgiendo en los barrios populosos de
zonas urbanas de algunas partes del país.
Cierto es que las
predicciones y expectativas de que las actividades de la delincuencia
organizada (muchas veces más que el gobierno) terminarían con la llegada del
PRI a Los Pinos, -tras un pacto siniestro y privado- no han dado
resultado y no ha sido de esta forma, porque parece que el Tío Sam,
se ha opuesto a que el actual gobierno federal se siente a negociar con estos
grupos de la delincuencia organizada y así medio pacificar el territorio
nacional.
Así mientras el Estado se
organiza para combatir a la delincuencia y dar seguridad pública y certeza
jurídica a los ciudadanos; nos enteramos de que la inteligencia del CISEN que
debería servir para combatir a estas organizaciones delincuenciales, es usada
para espiar movimientos sociales estudiantiles adversos a quien hoy detenta el
poder Ejecutivo.
Mal y de malas las noticias
para nuestro país, si el Estado no funciona como tendría que ser, y encontramos
por una parte un Ejecutivo limitado, cuyas preocupaciones inmediatas se centran
en garantizar el derecho de los ciudadanos tijuanenses a ver telenovelas y
revertir el “encendido digital”; y por otra parte, vemos a una nefasta
senadora, que se autodefine como “autoridad” y hace uso de su fuero para querer
detener un avión. ¿Qué oportunidad tenemos los ciudadanos para cambiar este
escenario? La respuesta es sencilla, compromiso cívico, acción política y
consecuencia ético-social.
Por hoy es todo, nos leemos
la próxima. Carpe diem.
Total y absolutamente de acuerdo con usted Doctor; requerimos seguir provocando a quien se deje para sacar adelante este #MéxicoLindoyHerido.
ResponderEliminarEn efecto, son tres los factores que debemos poseer para ello: compromiso cívico, acción política y consecuencia ético-social.
¡Magnífico texto!
Un placer leerle.
No cabe duda el poder es un epidemia, que contagia a quien la toca o provoca, no son necesarios más movimientos ciudadanos para cuidarnos de los ciudadanos, sino medidas que nos ayuden a convivir en una sociedad sana, pero para ello se requiere un Estado Organizado...Excelente trabajo Dr.
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