Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente,
el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel
Thoreau
¿Puede un hombre retar al Estado y quedarse tranquilo? ¿Es posible resistir pacíficamente un castigo por actuar en conciencia? ¿Desafiar una ley invocando principios constitucionales supremos es aceptable? Para los tiempos que vive el país, vale la pena echar un vistazo a los ejercicios que sobre acción cívica se han hecho a lo largo de la historia, me ocuparé hoy de Henry David Thoreau autor del concepto desobediencia civil. Pretendo dar sólo un pincelazo que permita al lector acercarse a su obra.
Thoreau nació en Concord, en el estado de Massachusetts, el 12 de julio de 1817. Su infancia y adolescencia transcurrió en su pueblo natal, en el que habría de discurrir hasta el final de sus días de vida entera. Su nombre original fue David Henry pero a los dieciséis años, en 1833, cuando ingresa a Harvard- no sin haber estudiado antes latín, griego y francés- había invertido ese orden, configurando así su primer ejercicio de desobediencia.
Dice Henestrosa que “Thoreau solía hacer bromas respecto a Harvard comentando que allí se podía aprender todas las ramas del saber, pero ninguna de las raíces (…)”. (Henestrosa, 1970).
En la ceremonia de graduación al hacer uso de la palabra, invirrtio el precepto divino, “trabajando tan sólo un día a la semana y descansando los otros seis”. Este elogio a la pereza que lleva a cabo Thoreau en su ensayo, como mecanismo de defensa, como táctica de resistencia civil y pacífica. Su desapego para con su alma mater fue tal que se negó a pagar un dólar por el Diploma oficial que le acreditaba como egresado. “Bástale a cada oveja su propia piel”. Sostuvo.
Thoreau además de su ensayo la desobediencia civil redactó las dos únicas obras que habría de ver publicadas en vida: Una semana en los ríos Concord, Merrimack, consecuencia de una excursión con su hermano John en 1839; y el clásico Walden o La vida en los bosques, publicada en 1854 tras un laborioso proceso de redacción y correcciones sucesivas.
La ideología política de Thoreau queda perfectamente al descubierto en todas sus obras. Su talante era una mezcla radical, libertaria y solidaria. Fue antiimperialista, en el apogeo del imperialismo norteamericano de la primera mitad del siglo XIX; defensor del derecho a pensar por uno mismo; combatiente del oportunismo político; ecologista convencido, en contacto con la naturaleza, cien años antes de los verdes; defensor acérrimo de las minorías indias; antiesclavista convicto y confeso, en plena efervescencia racial; defensor del derecho a la pereza. Otra de las características sobresalientes de Henry Thoreau, a lo largo de su vida y de su obra, es el rechazo de lo establecido y sus actitudes de resistencia no-violenta pero contumaz en busca de la propia libertad de pensamiento, palabra y obra.
En julio de 1846 mientras el ejército norteamericano se concentraba al sur del río grande. Thoreau se negó a pagar impuestos y por ello fue arrestado y paso una noche en la cárcel de Concord en señal de protesta a lo que consideraba como una guerra injusta. En su concepción, si la no-cooperación conlleva una pena de cárcel, esta debe ser aceptada con orgullo; considera que una persona que esté dispuesta a desobedecer y a no evadir el castigo, antes que a cooperar con una injusticia debería servir para que la opinión pública y el propio gobierno replanteen su postura.
En defensa por su acción, Henry David sostenía que, su acción fue en protesta contra la guerra de agresión que Estados Unidos estaba librando contra México y una denuncia de la política esclavista del estado de Massachusetts.
A Thoreau sí le quedan, realmente, la voz, la palabra y la calle. Porque no aspira a cargo político alguno, ni a prebendas, denuncia la esclavitud abiertamente. Y es capaz de hacerlo con absoluta libertad de palabra, porque previamente ha conquistado, para sí mismo, la libertad de pensamiento.
Este es el género de democracia que Thoreau no puede jamás aceptar, y así lo declara una y otra vez en sus escritos: aunque la esclavitud quede sancionada en la Constitución de los Estados Unidos, como así sucede, hay que ser antiesclavista, anticonstitucional en este punto concreto, y si es necesario arrastrar el remolque de antidemócrata, refiere.
Thoreau se muestra inmisericorde con los órganos de prensa, las iglesias, o los hombres públicos, con la administración de justicia y los magistrados, con la policía y el Ejército, colaboradores irracionales y serviles de unas decisiones del Congreso de los Estados Unidos.
De esta posición, se desprende que Thoreau fue un hombre que no estuvo dispuesto a cooperar con las injusticias que cometía su gobierno. Y es letal cuando dice: “Si no logras convencer a una persona de lo malo que está haciendo, procura hacer entonces lo bueno. La gente cree sólo lo que ve”. Será por ello quizá que ejerció la desobediencia civil como método de acción y convencimiento.
Para Henry es un verdadero representante de América, sostiene que de ninguna manera es un demócrata, tal y como hoy entendemos el término. Es lo que Lawrence llamaría un aristócrata del espíritu o un ácrata civilizado. “O sea, lo más raro de encontrar sobre la faz de la tierra: un individuo. (Henestrosa, 1970).
Henry Thoreau murió a las nueve de la mañana del día 6 de mayo de 1862. Pero su aporte al movimiento social resulta completamente innovador, pues contribuyo a las luchas sociales por su característica pacífica y no-violenta e inspiración para Gandhi y Luther King; además de muchos otros movimientos sociales pacifistas.
Será por ello necesario, revisar el papel de la ley, del estado, de quienes jugamos el papel de dar elementos para disentir, para pensar, para cuestionar. De quienes creemos que es necesario no centrarse en el positivismo legalista del que muchos se empeñan en ensalzar.
Revisar a Thoreau en estos tiempos donde las mayorías legislativas piensan tomar por sorpresa a sus representados, no debe ser una tarea hecha a un lado, por el contrario, debe de permitir incluso a quienes estamos vinculados con el derecho, a romper con los vicios y paradigmas que se nos quiso imponer en las aulas. Pensar, cuestionar, dudar, es un atrevimiento intelectual, los invito a ejercerlo. Hasta la próxima. Carpe diem.