“Amar es ir a ciegas
El corazón despega,
mientras todo arde
Odiar es mucho más
sencillo
El odio es el
lazarillo
De los cobardes”
La Guerrilla de la Concordia
Jorge Drexler
La palabra "nostalgia" proviene del griego
"nostos" (regreso a casa) y "algos" (dolor), refiriéndose
al dolor causado por el deseo de regresar a un tiempo o lugar pasado. La
nostalgia es, por definición, un anhelo por el pasado. Es un sentimiento de tristeza
melancólica, a menudo idealizado y visto con afecto. Se trata pues de una
emoción que conecta con momentos, lugares o personas que ya no están presentes
en nuestra vida actual.
Sin embargo, cuando hablamos de “nostalgia por el
futuro”, pensamos en una añoranza por un ideal que nunca se alcanzó o se
alcanzará, una esperanza no consolidada, metas incumplidas, promesas hechas por
aquellos en quienes se confió. Y justo es lo que ocurre con Bertha Xóchitl
Gálvez Ruiz, nacida en febrero de 1963 en Tepatepec, Hidalgo.
Veamos, esto ocurre porque el panorama para la ingeniera
en computación, -quien se tituló en 2010 con un informe de actividades
profesionales, del cual plagio una parte considerable- es sombrío, y lo es porque a diferencia de lo que ocurría
hace algunos meses, cuando le prometieron que habría dinero para hacerla
candidata y luego presidenta, hoy la foxista de 61 años, va camino al abismo
del olvido.
Esto es especialmente relevante porque Bertha Xóchitl
Gálvez ha pasado de ser nota relevante, “carismática” “el pueblo mismo” mismo
pues, para convertirse en burla de propios y extraños; quien emergió como un “personaje
disruptivo” -palabra que le gusta mucho a la oposición- hoy solo es símbolo fallido del sector conservador. Un meme
viviente que se esfuerza por quedar en la memoria de las generaciones como una
pifia.
Gálvez Ruiz, se desapreció muy rápido, más que el
candidato de la derecha de hace seis años; creyó en las promesas de Claudio Xicoténcatl
González, -un junior empresario que se ostenta como activista social- y hoy no puede más que reproducir mentiras que ella
misma construyó. Rumiar un discurso de odio contra la Doctora Claudia Sheinbaum
por ser “perfecta” y atacar al gobierno del Presidente López Obrador, a quien
por cierto le debe haber sido nominada por los señores del dinero.
Nostalgia por el futuro sí, porque cuando la ingeniera en
computación, montó su espectáculo afuera de Palacio Nacional, para pedirle réplica
al Presidente Andrés Manuel, sabía dos cosas: 1. No conseguiría ocupar un
espacio que no es suyo; y 2. Que los ojos de la derecha estarían observantes de
su comportamiento y verían en ella a una mujer estruendosa y sin límites
verbales. A una posible candidata presidencial.
La de Bertha Gálvez, ha sido una carrera plagada de escándalos,
acusaciones de corrupción, incongruencias políticas, discursos de odio y engaños.
Lo mismo le da engañar para quedar bien con cada audiencia específica, que
sacarse un chicle para pegarlo en donde pueda; para ella negar una campaña en
redes contra su adversaria y el presidente no existen, como no existe el chicle
ensalivado que puso en manos de su asistente segundos antes.
A Gálvez Ruiz, le daba lo mismo negar a los partidos que
la respaldan, que ser descubierta en sus contradicciones; pero su nostalgia por
el futuro la llevo a aceptar en el debate, que era la candidata de esos
partidos; a la oriunda de Tepatepec lo mismo le da decir que es una candidata
ciudadana que entregarse a los partidos más repudiados de México. Presume lo
mismo su origen humilde e indígena, que su desprecio por las lecturas y el
conocimiento de la realidad que vive el país. Le da lo mismo pescado que
marrano. Le da lo mismo afirmar que después desmentirse a sí misma. Engañar es
su segundo oficio, el primero es creer en sus mentiras.
Para Gálvez y sus patrocinadores es más sencillo odiar
que proponer, basta ver sus discursos en sus eventos y sus intervenciones en
los debates, los posicionamientos de sus representantes en el Consejo General
del INE, en ellos aplica la letra de Drexler, “El odio es el lazarillo de los
cobardes”.
La nostalgia por el futuro pega, y duro porque la Senadora
con licencia, -quien seguro regresara a su escaño terminando su fallida
campaña- carece de seriedad, de empatía, de visión de futuro, de
proyecto. Primero Claudio Xicoténcatl González anuncio que sería el responsable
de elaborar un plan alternativo llamado “Un México ganador para todos” y que debería
estar listo en marzo de 2022.
Luego publicitaron que las secretarias generales de los
partidos que las respaldan, serían las responsables de elaborar el proyecto de
esa alianza; pocas semanas después los señores presidentes de esa alianza,
salieron a decir que el responsable de elaborar el proyecto económico seria José
Ángel Gurria -Tamaulipeco de 74 años, Secretario de Relaciones
Exteriores de México (1994-1998) y Secretario de Hacienda y Crédito Público (1998–2000)- él es responsable de la crisis económica de más de una
generación, pero tampoco presento nada.
La nostalgia por el futuro se refleja en el rostro de la
señora X -como también se le conoce a la candidata conservadora de
la oposición- desde hace meses fue abandonada por los dirigentes de
los partidos que dicen respaldarla; desde hace meses sabe que ya perdió la
elección. Desde el principio supo que sería difícil ganar la simpatía de las
señoras que viven en las zonas más caras del país, pero no le importo porque tenía
el respaldo de los tres partidos más viejos de México -y más despreciados también- y recursos ilimitados que le ofrecieron cuando la
hicieron candidata.
Pero la nostalgia por el futuro, también le pega a sus
promotores, Guadalupe Loaeza, Rubén Aguilar, Jorge Castañeda, Héctor Aguilar,
Enrique Krauze y su jefe Claudio Xicoténcatl, se han cansado de hablar
maravillas de ella, de inventar historias fascinantes, la primera incluso llegó
a compararla con la virgen de Guadalupe, pero nada ha funcionado. Ni las
mentiras del comunismo internacional, ni el cuento del falso artículo 139 de la
Constitución que buscaría expropiar propiedades, ni que un gobierno diferente al
de ella cerraría las iglesias, ni que vivimos una dictadura; nada, nada ha
funcionado.
Pero también, la nostalgia por el futuro, encapsula la
desilusión de quienes habiendo depositado su esperanza en la figura de Bertha Xóchitl,
siguen enviando mensajes de odio contra quienes no respaldan a su candidata,
esperando convencer a quienes ya están convencidos de que ella no es la
alternativa. Se sienten traicionados por la realidad. No pueden entender como
el recurso de brincar y reír inconteniblemente ante un cuestionamiento no
funciono para levantar sus preferencias.
La nostalgia por el futuro es un recordatorio doloroso de
que las promesas a menudo se desvanecen frente a la corrupción, la
incongruencia, las mentiras, el odio, el mensaje de miedo y la manipulación
política. Para México y sus ciudadanos, y para citar nuevamente a Drexler, la
lección es clara: “armémonos de valor hasta los dientes, el miedo salió de su
fosa y hoy, amar es cosa de valientes”.
Hay un mensaje claro que Bertha Xóchitl y sus
patrocinadores no entendieron, hoy la nostalgia por un futuro se convierte en
la amargura de un presente decepcionante, sus matemáticas no funcionaron, la
silla presidencial se les escapa de las manos, no ganaran la elección. Y pasara
a la historia como la peor candidata presidencial de los últimos 100 años.
Por hoy es todo nos leemos la próxima. Carpe diem.
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