Había una vez, una zorra mañosa que acechaba las
granjas, destruyendo y acabando con todo lo que se ponía a su paso; desde
plantíos de campesinos, hasta los almacenes de provisiones, pasando por los
animales.
Era una zorra cruel y astuta, por años los campesinos
habían querido acabar con ella pero todos fallaron en el intento por capturarla
y verla muerta. Los que iban tras ella no regresaban o lo hacían con mordeduras
muy graves.
Su peor crueldad era convencer a los otros animales
que estar en la granja "era esclavitud" y que ella los llevaría a
conocer el mundo y a gozar de la libertad. Era tan efectiva su capacidad
discursiva que los animales caían en su juego de “libertad”; aunque en realidad
los llevaba a su cueva y los asesinaba para comérselos en el invierno.
Cuentan que aprendió retórica de observar las
asambleas de los campesinos donde se liberaba sobre su captura y que así
entendió a los humanos, estudiando sus errores, defectos y vicios; pero también
sus virtudes, discursos e historia.
Intrépida, una tarde de invierno, la zorra visitó un
refugio de animales sobrevivientes de sus ataques; confiada en que obtendría
más víctimas que creyeron su discurso de libertad; advirtió que ya había
cambiado, que era diferente, que hasta vegetariana se había convertido. Pero no
contó con la reacción de los sobrevivientes, voces de todos lados empezaron a
correrla, abucheos, el "fuera", "fuera" no se hizo esperar.
La zorra terminó por salir con la cola entre las patas, jurando venganza.
Ese día fue de victoria para los sobrevivientes,
demostraron que eran capaces de resistir un discurso de engaño de la zorra, de
no volver a caer en la trampa de los “amigos”. En las intervenciones, el discurso
más duro fue de la liebre (de especie Pronolagus
rupestris) quien propuso a la asamblea ir por el territorio y advertir a
los demás animales de los engaños y traiciones de la zorra.
La liebre fue ovacionada y cargada en hombros. Y así
inicio lo que parecía el fin de la zorra. Pasaron meses en los que se
organizaron los animales para repudiar toda presencia de la zorra e ir tras
ella.
Cuando la zorra tenía menos capacidad para
desplazarse, tomó la decisión final. Un buen día reapareció, se propuso hablar
con la liebre, convencerla de su cambio, de su disposición para proteger a los
animales que en algún tiempo agredió.
La zorra le propuso a la liebre hacer un recorrido, ir
con ella por el territorio y disculparse
con los demás animales víctimas, ayudar a su recuperación, alimentarlos y
protegerlos. Ingenua, la liebre acepto sin condición, iniciaron un recorrido de
exculpación.
Ambas, iban de reunión en reunión y en ellas la liebre
hablaba a favor del cambio de la zorra, de su disposición, de su
arrepentimiento. Casi todos los animales no vieron con buenos ojos que la
liebre llevara a la zorra a sus escondites, que conociera sus refugios y que la
presentará como alguien diferente.
Entre los animales se escucharon voces de traición de
la liebre. En una asamblea animal pidieron que ambos personajes fueran corridos
y no se les permitió hablar.
Rápido se corrió la voz de que la liebre se había
convertido en vocera y protectora de la zorra que por muchos años había sido
enemiga de los demás animales. Las asambleas determinaron que la liebre ya no
sería aceptada en ninguna asamblea, que no sería bienvenida y menos si iba
acompañada de la zorra.
La estrategia de la zorra funcionó, por una parte la
liebre había quedado desprestigiada por
su amistad y por otra, conocía todos y cada uno de los refugios donde se
realizaban las asambleas de los animales, así podía llegar y arrasar cuando
quisiera. Y eso fue lo que ocurrió.
Las asambleas animales fueron destruidas por una zorra
hambrienta y despiadada; y de la liebre sólo se supo que murió enferma y sin compañía
que le asistiera en su enfermedad. La moraleja es que la naturaleza de la zorra
nunca cambio.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.