Si yo tuviera el tiempo en mis manos
haría lo mismo otra vez. Lo mismo que haría cualquier hombre que se atreva a
llamarse a sí mismo un hombre
Nelson Mandela
Postrado en una cama en recuperación, en lo que pudieran ser sus
últimos momentos, Nelson Mandela está a punto de cumplir el próximo 18 de julio
95 años. Nacido en Mvezo, un poblado de cerca de 300 habitantes, el degustador
de las piezas de Händel y Tchaikovsky descubrió muy temprano que la educación
hace la diferencia, de ahí que decidió estudiar Bachillerato en Artes, en ese
primer momento fue electo miembro del Consejo de Representantes Estudiantiles.
Su paso por esa representación le valió ser expulsado, por
participar en una huelga estudiantil y tuvo que moverse a Johannesburgo, donde
completó sus estudios de bachillerato por correspondencia en 1941. Un año más
tarde se graduó como abogado en la Universidad de Witwatersrand.
El entusiasmo que Mandela había demostrado en su bachillerato lo
llevo a ingresar al Congreso Nacional Africano (CNA) en 1944, movimiento que
luchaba contra la opresión de los negros sudafricanos.
Cuatro años después -en 1948- llegó al poder en Sudáfrica el
Partido Nacional, que institucionalizó la segregación racial creando el régimen
del apartheid. Por esa razón y para combatir dicha política,
Mandela decide iniciar una Campaña de desobediencia civil en 1952, - inspirando
en Mahatama Gandhi- 4 años después son arrestados, esto ocurre el 5 de
diciembre de 1956 y sentenciados a prisión.
Al salir de prisión promovió la aprobación de una Carta
de la Libertad, en la que se plasmaba la aspiración de un Estado
incluyente, multirracial, democrático e igualitario; una de sus banderas
fundamentales era en el reparto de la riqueza.
La respuesta del gobierno fue crear siete bantustanes (reservas)
que serían los territorios donde supuestamente se podían cumplir las
exigencias, pues serian espacios independientes. La respuesta de Mandela y el
CNA fueron los boicoteos, que lo llevaron a ser acusado de alta traición,
juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961.
Mientras Mandela estaba en prisión, tuvo lugar la matanza de
Sharpeville, en la que la policía abrió fuego contra una multitud desarmada que
protestaba contra las leyes racistas. Este hecho convenció a los líderes
del CNA de que la lucha por métodos no violentos, no era el camino. Por ello se
constituyó el brazo armado del CNA, llamado la Lanza de la Nación. Este
movimiento clandestino adoptó entre sus métodos de lucha el sabotaje contra
instalaciones de importancia económica o de valor simbólico del imperialismo,
pero excluyendo atentar contra vidas humanas.
La violencia como método de lucha para derrocar a un régimen, no
duró mucho, Mandela fue descubierto y condenado a cadena perpetua en 1964.
Nelson Mandela fue liberado 27 años después, en 1990 y se convirtió en el
principal interlocutor para negociar el proceso de democratización del Estado
Sudafricano.
Por ese hecho Mandela y De Klerk -presidente de la República por
el Partido Nacional-compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993. Un año más
tarde, en las elecciones de 1994 Mandela se convirtió en el primer presidente
negro de Sudáfrica.
Bajo su presidencia – el abogado que renunció a su derecho
hereditario a ser jefe de una tribu xosa- puso en marcha la política de
reconciliación nacional, y De Klerk ocupó el cargo de vicepresidente.
Las enseñanzas que Mandela aprendió tras casi tres décadas en
prisión, fueron que la violencia, aunque sea el último recurso, no es la
opción. Mandela llegó tras años de lucha y prisión a la presidencia, por la vía
constitucional a través de los votos. Así Mandela, nos demuestra que la
violencia como opción, no es camino.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.