Samuel
Hernández Apodaca
@iusfilosofo
El distintivo del
neoliberalismo es la corrupción.
Suena fuerte, pero
privatización ha sido en México sinónimo de corrupción.
Andrés Manuel López Obrador
El fin de semana inició una nueva era, no sólo porque el PRI
volvió a perder la presidencia de la República -ahora frente a su archienemigo
político Andrés Manuel-, sino porque la derrota del pasado 2 de julio también
les quitó el control en el Congreso de la Unión esto es la Cámara de Diputados
y la de senadores, así como el control en la mayoría de las legislaturas
locales. López Obrador ganó en todos los estados del país salvo en Guanajuato,
lugar donde se impuso Ricardo Anaya, con
40% de los votos frente al 30% de AMLO.
Finalmente, después de más de una década de lucha, Andrés Manuel
López Obrador llega a la presidencia de la República con un respaldo social sumamente
importante: 53.1% de los votos fueron ganados por él; es decir, más de 30
millones de ciudadanos vieron en el tabasqueño la esperanza para transformar al
país, para construir mejores oportunidades de desarrollo para todos y generar
condiciones de justicia social.
El sábado pasado AMLO como también es conocido en las “benditas
redes sociales” asumió la presidencia de México y así se convirtió en el
Presidente número 57 del país. Ya desde los primeros minutos López Obrador había
mostrado su estilo, un sello personal con el que se ha conducido los últimos años;
llegó al recinto de San Lázaro en su propio vehículo y sin la compañía del
Estado Mayor presidencial.
Andrés se abrió paso en el Jetta blanco, sus únicas escoltas eran
los cientos de reporteros que seguían su caravana. El oriundo de Macuspana, Tabasco
se trasladó desde su domicilio hasta el recinto donde recibiría la banda
presidencial, saludando a todos los que le gritaban “¡Presidente!” O “Es un
honor estar con Obrador”. En su discurso, -Ya como presidente- enumeró a tres
adversarios: la corrupción, la pobreza y el neoliberalismo. Del cual sostuvo: “la
política económica aplicada durante el periodo neoliberal, de 1983 a la fecha,
ha sido la más ineficiente en la historia moderna de México.”.
AMLO se convirtió en todo un fenómeno, superó el rating de
audiencia televisiva, su toma de protesta fue más vista que la final del mundial:
12.38 millones de AMLO contra 12.30 millones de la final mundialista. Y por si
fuera poco 9.55 millones vieron la entrega del bastón de mando que los pueblos
originarios le entregaron en el zócalo de la ciudad de México.
Las expectativas que los mexicanos tienen de Andrés Manuel son
gigantes, López Obrador tiene un gran reto ante sí pues representa la esperanza
de millones de mexicanos de todas las edades y condiciones socioeconómicas. Por
eso quizá, ha identificado a su enemigo principal y contundente afirma: “si me
piden que exprese en una frase el plan del nuevo gobierno, respondo: acabar con
la corrupción y con la impunidad.” Y continuó: “El otro distintivo del nuevo
gobierno será la separación del poder económico del poder político. El gobierno
ya no será un simple facilitador para el saqueo, como ha venido sucediendo.”
Son nuevos tiempos, y la minoría irracional que se opone sistemáticamente
a estos nuevos tiempos deberá aprender a ser oposición, su papel desde ese lado
de la historia deberá ser inteligente, de lo contrario se irán al baúl de los
recuerdos más temprano de lo que piensan. Me quedo con la parte final de su
intervención: “Trabajaré 16 horas diarias para dejar en seis años muy avanzada
la obra de transformación, haré cuanto pueda para obstaculizar las regresiones
en las que conservadores y corruptos estarán empeñados.”
La cuarta transformación ha iniciado, dispongámonos a participar
en ella. López obrador se ha comprometido: “No tengo derecho a fallar”. Y como
ciudadanos tampoco podemos fallarles a las próximas generaciones. Por hoy es
todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.