El día de ayer tuve oportunidad de
desayunar con exalumnos que viven o vivían en Michoacán y aunque el objetivo no
era hablar de lo que ocurre en ese Estado, fue inevitable referirse a los
hechos ocurridos.
Uno de los comensales expresó su
temor por lo ocurrido, por su familia que vive allá, describe como la zona
caliente es prácticamente una zona fuera del control del gobierno.
Hace algunos años tuve oportunidad de
recorrer por motivos académicos y de recreación parte del Michoacán y visitar
municipios de la zona que hoy está bajo control del crimen organizado, desde
luego que ese territorio no es el mismo de hoy.
Hubo una expresión que me regresó 19
años en la historia de este país. En 1994 mi reunión con estudiantes
universitarios de Chiapas que vivían en la zona de conflicto, donde uno de los
participantes nos dijo a los ahí reunidos “todos los días nos despedidos de
nuestros familiares, no sabemos si vamos a volver a verlos, si vamos a regresar
con vida a nuestra casa”. Ayer volvía a escuchar la misma expresión, pero esta
vez con gente de Michoacán
Coincidentemente el ataque del fin de
semana se da con el regreso del longevo, desgastado e intrascendente personaje
habilitado como gobernador Fausto Vallejo. Y eso hace más suspicaz la
versión que hoy retoma la prensa y que alguien comentaba hace algunos meses, el
supuesto vínculo familiar de Jesús Reyna y Servando Gómez, “La Tuta”,
líder de “Los Caballeros Templarios”.
Las voces que llaman a la
desaparición de poderes pueden ser cuestionadas o aplaudidas, lo cierto es que
en Michoacán las cosas no han regresado a la normalidad desde hace mucho; no
cuando la población en la zona de conflicto tiene que armarse para defender no
solo su persona y familia sino el territorio vital donde realiza sus
actividades diarias.
El señor de Los Pinos no
parece tener claro cómo enfrentar este problema. Fue falsa la hipótesis de que
el regreso del PRI traería paz para la zona, fue engañoso el discurso
peñanietista de que se respetaría el Estado de Derecho en todo el país y
principalmente en aquellas zonas con presencia de la delincuencia organizada.
El Michoacán, en las zonas de
conflicto, quien gobierna es la delincuencia, y la única ley que impera es –al
parecer- la de los caballeros templarios y otros grupos criminales. Los
secuestros, las cuotas, las amenazas, los asesinatos son el menú de todos los
días.
Pero en Michoacán para algunos, no
pasa nada. Ni pasará si nos quedamos callados y hacemos que todo está bien en
aquella parte de la patria que sigue herida, el gran temor de no combatir esa
terrible enfermedad es que se gangrene y ese mal crezca en los Estados vecinos.
¿Ustedes que piensan? Por hoy es
todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.