Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Cuando a Enrique Peña Nieto le avisaron que sería el Candidato de
su partido a la presidencia de la República jamás pensó que terminaría como
inspiración para columnistas y moneros. Acostumbrado a no ser cuestionado por
sus actos y a que los suyos respondieran con un “sí licenciado” Peña
materializaba el conjuro que "una bruja" había vaticinado años atrás.
El chico de la Universidad Panamericana no podía creer tanta belleza, no
solo gobernaba el estado con más tradición priísta sino que ahora ocuparía Los
Pinos. Tras su triunfo en la cuestionada elección, la primera bienvenida que recibió
Enrique Peña, fue precisamente en su Estado natal, allí en el Valle de Toluca,
territorio que gobernó y en el cual en enero de 2013 fueron hallados 13
cadáveres, la mayoría se encontraron descuartizados y embolsados. Así iniciaba
su sexenio.
Casi seis
años después Peña se va y no destaco en él un discurso sobrio, inteligente y
realista sobre las condiciones del país. En su
intervención por los 70 años de la ONU, Peña destacó que “México es una Nación
plenamente comprometida con la ley, los derechos humanos y la paz.”
Con una radiografía muy limitada -que se notó en su discurso- advirtió
que “Con las crecientes desigualdades, con una crisis económica mundial que no
cede y con la frustración social que esto provoca, el mundo de hoy está
expuesto a la amenaza de los nuevos populismos. Nuevos populismos de izquierda
y de derecha, pero todos riesgosos por igual.”
Su visión de país siempre estuvo
limitada a la opinión de su equipo. El país del que Enrique Peña habló fue
siempre producto del análisis maquillado,
de las cifras que sacaba cuando le convenía, a la retórica priísta de
principios de los noventa. Esa visión del México de Peña Nieto no
existe en el vivir diario de millones de mexicanos que no tienen que comer, que
no accederán a la educación, que fueron víctimas de la delincuencia organizada,
o que no tienen acceso a la justicia, salud o vivienda digna.
Peña pintado por sí mismo, plantea
en sus discursos un país donde los homicidios han bajado; un país donde los
precios de los productos básicos se están ajustando, al igual que la gasolina,
la electricidad; un país donde el acceso a la educación de calidad esta
“garantizada” por el Estado; un país donde los secuestros, extorsiones,
asaltos, robos en poblado, no existen. Un país donde las aprobaciones exprés a
la legislación, son producto del consenso y del “amor a México”.
Hay que decir que un logro para los neoliberales es que el oriundo de
Atlacomulco haya logrado consumar lo que en tres sexenios los neoliberales del
PRI y del PAN no lograron y finalmente fueron concretadas y finalizadas en este
sexenio.
Peña se está despidiendo y lo hace con la popularidad más baja de la
historia contemporánea del país, y es que no hay razones que hagan que los
mexicanos estén felices con este sexenio, que se caracterizó por el no debate,
por el diálogo simulado, por la aplanadora legislativa y por el control
mediático de las situaciones, los escenarios y los adversarios.
Así va
terminando peña lo que algunos llamaron el despeñadero, sino revisen sus
bolsillos.
Por hoy
es todo, nos leemos hasta la próxima. Carpe
diem