iusfilosofando

martes, 13 de junio de 2017

CÁPSULAS DE REALIDAD


Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo

Ha pasado una semana después de la jornada electoral, el ambiente esta enrarecido; ciertos sectores ciudadanos aún no aceptan que el PRI se haya quedado con triunfos que no le correspondían. En estos días he tenido conversaciones con ciudadanos de Veracruz, Coahuila, Estado de México y otros más, -donde incluso no hubo elecciones-, y en todos existe un malestar común porque "el PRI no acepto su derrota".
Que no haya pasado nada molesta más a los ciudadanos, quienes aunque saben que es necesario salir a votar, si manifiestan cierta desilusión en la opción electoral, los ciudadanos de más de treinta años y con cierto nivel educativo y de formación, parecen enfrentar un dilema: por una parte están conscientes que participar forman parte de su responsabilidad cívica,   pero también -al igual que a principios de los noventa- empiezan a manifestar cierta desilusión porque "a pesar de que en las urnas se manifiesta un sentir, la voluntad de los políticos imponen otra".
Quizá quien me lee y viva en Coahuila o Estado de México coincida con las ideas arriba referidas, porque independientemente de las declaraciones que se hagan o los recursos jurisdiccionales que se promuevan, la percepción social es que "de nada sirve votar, el PRI siempre se impone". Esta idea que puede ser menor, es alarmante, y puede llevarnos  a caminos con escenarios poco deseables. El primero es el abstencionismo, que nos regresaría a los procesos electorales de hace más de 20 años. El segundo que ciertos grupos se radicalicen y busquen otras vías de expresión y transformación política. 
De poco o nada sirve que el Instituto Nacional Electoral (INE) pretenda realizar junto con los partidos políticos la revisión de las elecciones estatales, los diagnósticos, el análisis conjunto, el balance, son útiles cuando realmente se tiene voluntad de contribuir a la transformación del sistema político electoral, cuando se plantean acuerdos básicos fundamentales para transformar la realidad que se vive en cada campaña. Los balances, los acuerdos, son útiles cuando la autoridad electoral cumple su papel y no juega a descalificar a los actores. Cuando de forma responsable investiga irregularidades obvias. Cuando trae reformas que impidan que los vicios se repitan ¿Servirá de algo el diagnóstico doméstico a puerta cerrada y en comisiones del INE? Sin voluntad, lo dudo.
Por si fuera poco, y sumando al pesimismo social, el fin de semana en el congreso nacional de Morena, Andrés Manuel, centró su discurso en la elección de próximo año; cerró la posibilidad de alianza con el PRD y MC, manifestando su beneplácito en el PT, partido que declinó de última hora por Delfina y cuyos dirigentes han mantenido vivo de forma artificial a su partido a través de alianzas. Andrés Manuel al apresurarse a cerrar la puerta a “los inmorales”, pierde de vista su responsabilidad histórica, pues no solo es el dirigente de Morena, sino el líder de un sector social que está harto que el sistema político  imponga su voluntad.
Es cierto que en el caso del Estado de México, el PRD y su candidato Zepeda, jugaron el papel de esquiroles de la alternancia; no hablemos del partido Movimiento Ciudadano (MC) quien al igual que el PT son una franquicia muy rentable que le ha permitido a Dante y los suyos vivir de la política y mantenerse entretenido como líder plenipotenciario de ese partido. ¿Pero era necesario apresurarse a cerrar la puerta a una alianza electoral que bien puede sacar al PRI de Los Pinos? ¿Es posible vencer al sistema solo con su propia imagen? Sin duda es una misión compleja.
Derrotar a un régimen que logro mantener el control de uno de los estados con mayor índice de votos, no es tarea fácil, implica tiempo, acuerdos, alianzas, rupturas en los factores reales de poder, y parece que Andrés no ha logra hasta el momento. No basta la buena voluntad de militantes y ciudadanos, la transición y el cambio democrático del sistema político no son actos de fe. La transformación social y política del país no puede depender de una persona, por más que se le quiera ver como divinidad.
Fortalecer la estructura de un partido y formar círculos de estudio, no alcanzan para vencer a un sistema político que ya demostró que hará todo para retener el poder; tampoco alcanza la imagen de un líder, si este no promueve acuerdos, no genera rupturas estamentales, no fomenta la crítica entre sus bases. Todo dirigente necesita sus capsulas de realidad, de critica entre sus filas, de otras personalidades que le hagan contrapeso, de cercanos que no jueguen a endiosarlo. El riego del caudillismo es que nos quedemos en el “para la siguiente”. La transición no puede esperar todos debemos entenderlo. La esperanza sigue viva.

Por hoy es todo, nos leemos la próxima.  Carpe diem

1 comentario:

@BarbaraCabrera dijo...

Buen texto Doctor, lo comparto en mis redes.