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miércoles, 5 de junio de 2024

FRACASARON EL ODIO Y EL MIEDO

 



 

Samuel HERNÁNDEZ APODACA

 

Mantendremos la obligada división entre el poder económico y el poder político. Siempre defenderemos y trabajaremos por el interés supremo del pueblo de México y de la nación, y actuaremos apegados a las leyes y al derecho.

Claudia Sheinbaum, madrugada del 3 de junio de 2024,

Hotel Hilton del Centro Histórico de la CdMx.

 

El odio es un "sentimiento profundo e intenso de repulsa hacia alguien que provoca el deseo de rechazarlo o eliminarlo". En el ámbito político, el odio se manifiesta a través de discursos que deshumanizan al oponente, destacando sus fallas y errores de manera desproporcionada para generar animadversión.

El miedo, por otro lado, es una "emoción desagradable provocada por la percepción de peligro, real o imaginario". Las campañas de miedo en política se diseñan para asustar a los votantes sobre las consecuencias de una victoria del oponente, exagerando o incluso fabricando amenazas.

Para las nuevas generaciones, quizá es más común convivir con ambos, pues las redes sociales han hecho que ambos –el sentimiento y la emoción– se vuelvan lamentablemente cotidianos, aunque efímeros.

Históricamente, las campañas basadas en el miedo y el odio han sido una herramienta común. En enero de 1994, en el sureste de nuestro país, se levantaba en armas el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, un grupo encapuchado mayoritariamente integrado por indígenas chiapanecos que le declaraba la guerra al Estado Mexicano y que se proponía derrocarlo. En marzo de ese mismo año, el priista Luis Donaldo Colosio Murrieta –coordinador de campaña de Carlos Salinas en 1988 y operador de fraudes electorales en años anteriores– fue asesinado. Entonces, desde el poder se impulsó una campaña de miedo que impulsaba por cualquier vía impedir que la oposición volviera a cimbrar al sistema hegemónico como lo había hecho seis años antes con el triunfo no reconocido de Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del Frente Democrático Nacional.

La campaña de miedo se había fortalecido con el asesinato del Secretario General del PRI, José Francisco Ruiz Massieu –cuñado de quien en ese momento usurpaba la presidencia– en septiembre de ese mismo año. Un año antes, en mayo de 1993, había sido asesinado Juan Jesús Posadas Ocampo, cardenal de Guadalajara, en el aeropuerto internacional de esa ciudad; en ese momento, la versión oficial fue una confusión entre cárteles del narcotráfico.

Doce años después, en la campaña presidencial de 2006, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato de la coalición Por el Bien de Todos, se enfrentó a Felipe Calderón del Partido Acción Nacional (PAN). Ese partido lanzó una serie de anuncios televisivos que retrataban a López Obrador como un peligro para México. Uno de los anuncios más emblemáticos afirmaba con una voz en off: "López Obrador es un peligro para México", campaña creada por Antonio Sola. En el spot se mostraban imágenes de crisis económicas y políticas en otros países, sugiriendo que algo similar ocurriría en México bajo la presidencia de AMLO. Aunque fue una campaña fuerte, la decisión final terminó en controversia, pues Calderón Hinojosa ganó con apenas el 0.56%. La respuesta ciudadana fue “Voto por voto, casilla por casilla”; no obstante, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación determinó el triunfo del michoacano.

Seis años después, en 2012, López Obrador nuevamente se presentaba como candidato presidencial, esta vez bajo la coalición Movimiento Progresista. Su contrincante más cercano era Enrique Peña Nieto, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y heredero de la dinastía de Atlacomulco, donde “un político pobre es un pobre político”. En esta ocasión, la campaña contra Andrés Manuel mantuvo la narrativa de que “era un riesgo para la estabilidad del país”. Se utilizaron mensajes explícitos para sugerir que una presidencia de López Obrador llevaría a la inseguridad económica y social. Fue así que, aprovechando temores existentes en la población, los grupos económicos conservadores no dudaron en sumarse a la guerra sucia.

Paralelamente a ello, se recurrió a la manipulación de encuestas de opinión para crear la percepción de que Andrés Manuel no tenía posibilidades reales de ganar. La estrategia buscaba desmotivar a sus seguidores y votantes potenciales para impedir que llegara a la presidencia. Como parte de esa estrategia, también se utilizó la compra de votos a través de las tarjetas de débito prepagadas de Monex, que eran entregadas a operadores políticos y coordinadores de campaña, quienes a su vez las distribuían entre votantes.

En la campaña de 2018, se llevó a cabo la "Operación Berlín", una estrategia de guerra sucia organizada por un grupo de empresarios y operadores políticos que buscaban desprestigiar a López Obrador y así evitar su llegada a la presidencia. El objetivo principal era influir negativamente en la percepción pública contra el candidato de la alianza Juntos Haremos Historia, presentándolo como un candidato peligroso y populista, y así reducir sus posibilidades de ganar la elección. Para ello, se creó y difundió información falsa o distorsionada sobre López Obrador, su pasado político y sus propuestas de gobierno.

Así, a través de redes sociales y medios de comunicación, la campaña negra buscó desprestigiar al tabasqueño montando toda una estrategia de fake news. Al igual que en campañas anteriores, los medios de comunicación amplificaron los mensajes negativos y buscaron sembrar dudas sobre la viabilidad de un gobierno encabezado por Andrés Manuel, etiquetándolo como populista.

En su libro “Juntos Hicimos Historia”, Tatiana Clouthier narra: “El 20 de abril, el PRI lanzó la campaña ‘Tú no quieres vivir con miedo’. Los spots eran buenísimos y el mensaje muy fuerte. En uno de los promocionales, una esposa despierta a su marido porque no puede conciliar el sueño; le dice lo que pasará con la educación de su hija si gana López Obrador, y le confiesa: ‘Tengo miedo’. El esposo, que trata de consolarla, le asegura: ‘Tranquila. Va a ganar Meade’… A ese spot le cambiamos la conversación: se trata de una esposa nerviosa que le dice a su marido que tiene miedo porque su hijo no ha llegado y no sabe a qué hora lo hará por la inseguridad. ‘Le tengo miedo al PRI’, dice la mujer, por lo que el esposo afirma: ‘Tranquila. Ya se van’.

‘Se dieron una gran enojada en el PRI porque una vez más invertimos el sentido de su propaganda’” (Clouthier:2019).

No obstante, a pesar de las campañas de desprestigio, López Obrador ganó las elecciones presidenciales de 2018 con una amplia mayoría, 53.20% que representa 30, millones 11 mil ,327 votos, reflejando el apoyo popular y su capacidad para superar los ataques en su contra, frente al 22.27% de votos de Ricardo Anaya Cortés, actualmente prófugo en Estados Unidos. El propio López Obrador afirmaría en su discurso de triunfo que “esto no hubiera sido posible sin las benditas redes sociales”. Así, en la elección de 2018, el miedo había sido derrotado.

Seis años después, en las elecciones de 2024, Xóchitl Gálvez adoptó una estrategia que se centró en generar miedo en los mexicanos y odio hacia Claudia Sheinbaum. Los mensajes de su campaña subrayaban las supuestas amenazas que representaba Sheinbaum para la estabilidad y el progreso del país, apelando a temores sobre su gestión y su ideología política. Esta táctica incluía propaganda que buscaba resaltar fallos de la administración anterior de Sheinbaum como Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, así como insinuaciones sobre la influencia negativa de figuras asociadas a ella.

La campaña de la ingeniera en computación –perfecto modelo de la educación neoliberal– se centró en los pilares del miedo y el odio. Veamos: se diseñó toda una estrategia para generar miedo entre los electores: “Si Sheinbaum gana, nos volveremos comunistas”, “los flojos no trabajarán y el gobierno los mantendrá con nuestros impuestos” –como si los pobres no pagaran impuestos–, “Claudia cerrará las iglesias”, el famoso artículo 139 de la Constitución –inexistente por cierto– que indicaba que “se expropiarían casas y que el gobierno se las daría a quien quisiera de forma discrecional”; pero quizá la campaña más fuerte y violenta fue la de “Narco candidata”, esa que una y otra vez Bertha Gálvez negó que su equipo fuera responsable, pero que en el debate terminó recuperando y encarando a la Dra. Claudia: “Pues yo te voy a decir Narcocandidata, ¿verdad?”.

El otro pilar de la campaña de la derecha mexicana fue el odio: “Morenacos” llamaban a los simpatizantes de Claudia Sheinbaum, “Váyanse a Cuba, a Venezuela”; “No queremos ser comunistas”, “Fuera Morena”, “Sheinbaum hace lo que el presidente le diga”, “Claudia es una judía”.

Sin embargo, esta estrategia no resonó como se esperaba. Varios factores contribuyeron a su fracaso: la credibilidad y confianza en Sheinbaum, pues contaba con una trayectoria sólida y un respaldo significativo de diversos sectores de la sociedad que confiaban en su capacidad para gobernar. Sus logros en la Ciudad de México, especialmente en áreas como la movilidad urbana y las políticas medioambientales, crearon una base de apoyo robusta que no se vio erosionada por la campaña negativa. Esa que sugería Jorge G. Castañeda: “go negative”.

Las movilizaciones convocadas por la marea rosa se convirtieron en marea de odio. Pancartas, volantes, mantas, discursos, gritos, todos denostando, insultando, humillando a los electores que no veían en Xóchitl una opción presidencial.

No obstante, la politización de los ciudadanos –en la cual el presidente López Obrador contribuyó gracias a su estrategia comunicativa de las conferencias matutinas conocidas como la mañanera– ha mostrado un creciente repudio hacia las campañas basadas en el miedo y el odio. Presentan un análisis más completo, se esfuerzan en confrontar la información y se informan en medios alternativos. Así, la campaña de Gálvez no logró conectar de manera efectiva con un electorado que buscaba propuestas concretas y una visión positiva para el futuro.

A diferencia de las campañas anteriores, las tácticas de miedo y odio pueden movilizar a los simpatizantes del candidato atacado, generando un efecto de solidaridad y respaldo. En la campaña de Sheinbaum, hubo una respuesta contundente de sus seguidores, que vieron en los ataques una señal de desesperación y falta de propuestas genuinas por parte de Gálvez.

El fracaso de la estrategia de odio y miedo no pudo imponerse a Claudia Sheinbaum, que basó su estrategia en la esperanza, las propuestas constructivas y la integridad. Continuidad en el proyecto de transformación del país. Sheinbaum presentaba soluciones claras, auténticas y coherentes, producto de consultas y foros. Su propuesta era detallada, pero también contundente en su mensaje, como cuando describió a sus adversarios como “Priandilla inmobiliaria”, idea que en pocos segundos sus seguidores volvieron tendencia en redes sociales.

La campaña de odio y miedo fracasó, no tuvo impacto en ciudadanos informados, en esa clase media que vio en Claudia Sheinbaum la mejor opción para continuar con el proyecto de transformación; en los jóvenes que se identificaron con el discurso y trayectoria de la premio Nobel, en las mujeres que asumieron el discurso de la candidata: “es tiempo de mujeres”.

Fracasaron el odio y el miedo, porque la victoria de Claudia Sheinbaum no solo representa un cambio político, sino también una reafirmación de que la esperanza, la integridad y las propuestas constructivas prevalecen sobre la desinformación y la mentira.

Fracasaron el odio y el miedo, porque Claudia Sheinbaum basó su campaña en propuestas detalladas y viables que abarcaban temas cruciales como la economía, la educación, la salud, el medio ambiente y el bienestar social. Su enfoque se centró en continuar y mejorar los programas exitosos de la actual administración.

Fracaso el odio y el miedo, porque la campaña de Claudia Sheinbaum se caracterizó por un mensaje de esperanza y unidad. Optó por una narrativa positiva que enfatizaba los logros alcanzados y los objetivos futuros.

Fracasaron el odio y el miedo, pues Claudia Sheinbaum logró conectar con una amplia gama de sectores de la sociedad mexicana, desde jóvenes hasta mujeres, pasando por las clases trabajadoras y profesionales. Su mensaje inclusivo y sus políticas progresistas resonaron con aquellos que buscaban un cambio genuino y una continuidad en la transformación iniciada por la administración actual.

Fracasaron el odio y el miedo, porque las respuestas de Sheinbaum ante los ataques y la desinformación fue firme pero digna. En lugar de caer en la provocación, se mantuvo enfocada en su agenda y en los temas que realmente importan a los ciudadanos. Este enfoque le permitió mantener la integridad de su campaña y ganar el respeto de muchos votantes que vieron en ella una líder capaz de enfrentar la adversidad con inteligencia y serenidad.

Por hoy es todo. Nos leemos la próxima. Carpe diem.

1 comentario:

Anónimo dijo...

FELICITO Y ME FELICITO POR LLEVAR A CABO UNA ELECCION BASADA EN REFLECCION CONCIENZUDA DE QUE SERIA MEJOR, EN EL CONOCIMIENTO, NO SOLO DE NUESTRA HISTORIA RECIENTE PERO ESPECIALMENTE DE LOS RESULTADOS QUE DIO CADA EXPRESIDENTE Y LO QUE SIGNIFICO PARA NUESTRO PAIS. BASADOS EN ESTO VOTAMOS EN BUENA FE Y ESPERANZA DE UN MEXICO MEJOR.