Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Mientras contemplamos el arribo de los neotecnótracas al PRI y el desplazamiento del ala política, acto que hace llorar hasta a Osorio Chong. Mientras observábamos la andanada de críticas contra Andrés Manuel por su propuesta de amnistía. Mientras el PRD cierra filas en torno a Don MAME (Miguel Ángel Mancera Espinosa) para que sea el candidato presidencial y finalmente mientras Doña Margarita avizora que al ritmo que va no alcanzará la cantidad de firmas que requiere para llegar a la boleta y necesitará una ruta diferente para cumplir su capricho. Estamos dejando pasar el discurso oficialista que pinta a Don Meade como un candidato sin partido cuando en realidad es un personaje camaleónico y mezquino.
Don Meade no solo tiene el antecedente familiar de malabarismo político, sino también de un oportunismo grotesco; su persona lleva un pragmatismo ramplón que nos recuerda a los políticos priístas de finales de los años 80. En su papel de neotecnócrata busca priorizar las cifras y hacer a un lado el bienestar general. Su discurso de estabilidad es el mismo que el de Carlos Salinas. Meade es un personaje sin sorpresas, desabrido en su imagen y discurso, lo más cerca que ha estado de la clase trabajadora fue cuando convivió la semana pasada con los integrantes de la CTM.
El discurso del “señoritongo” Meade -como lo llamó Andrés Manuel- es el mismo que el de Ernesto Zedillo en los años 90. Un discurso de miedo, de clasificar como atrasado a todo aquello que no huela a neoliberalismo, de aplastar a toda costa a quienes se opongan al pensamiento único del cual es vocero. Es promovido por los mismos dinosaurios –Manlio Fabio y Emilio Gamboa– que respaldaron a Zedillo Ponce de León cuando ocupó el espacio que dejó el asesinado Luis Donaldo.
Meade es el agorero del neoliberalismo del nuevo siglo. La cuota del establishment contra el que Osorio Chong no pudo; el alfil del libre mercado que prioriza los números y aplasta la dignidad humana. Vivimos ya esos momentos, ahora nos quieren vender a un priista de facto, uno que no necesita credencial, que no se afilió a ese partido porque no era necesario; uno que aporta a la doctrina del neoliberalismo salvaje, esa doctrina que llevó a la ruina a millones de mexicanos a finales del siglo pasado. Ese no es el México que necesitamos, no es el México que merecemos, y créanme no es el país que debemos heredar a las nuevas generaciones.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
1 comentario:
Doctor, gran texto el que nos comparte este semana. A favor de su percepción y el llamado que hace.
México no merece estar así; nosotros no merecemos estos gobiernos corruptos.
En 2018, no más PRI: votemos para botarlos.
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