Samuel
Hernández Apodada
@iusfilosofo
A lo
largo de mi experiencia en campañas he visto de todo. Desde las promesas que
sabemos de antemano imposibles de realizar, hasta los discursos llenos de
retórica -que exaltan los ánimos de quien asiste al evento de campaña- y que a
veces sobrepasan los límites y llevan al emisor a un camino sin retorno, sin
posibilidades de diálogo con el o los otros contrincantes.
Debo decir
que las estrategias de campaña cambian de un año a otro, de un Estado a otro e
incluso de un municipio o zona a otra. No se utilizan las mismas estrategias en
las zonas urbanas que en las rurales. Por ejemplo, algo que con el paso de los
años sigue vigente es el acarreo de asistentes a eventos, cuando se trata de
llevar a gente de las zonas rurales a las zonas urbanas es -o era- atraparlas
con el gancho de que conocerían las ciudad, en efecto irían a un evento
político, pero la promesa central era "conocer la ciudad" y si te
pagaban el transporte y además te daban torta y refresco "estaba
bien". Al final del día, lo único que conocían de la ciudad era el lugar
donde se realizaba el evento del candidato, a quien vieron de muy lejos y mencionaba
todas las colonias, menos la suya.
El operador
u operadora política, que controla, pasa lista, dirige y a veces hasta amenaza:
“no se vayan porque terminando el candidato nos regresamos, no voy a esperar a
nadie, el que se quedó se quedó"; es la advertencia para quienes
ingenuamente creyeron que podían conocer otros lugares diferentes al acto
político.
Aunque
parezca increíble, ese mismo operativo se aplica en las zonas urbanas. “Acarrear”
a la gente con la promesa de llevarlas "al centro de la ciudad"; sí
al mitin político, pero también a visitar el centro y "si quieren hasta
pueden hacer algunas compritas" dice la operadora que casi siempre es una mujer,
porque "en las filas del partido allá en la colonia, el barrio o el
fraccionamiento " siempre hay una doña Mari, doña Chonita, doña Lupe. -que
a veces me evoca al personaje de la película La ley de Herodes- una mujer que
es la encargada electoral, capaz de dar la vida por su “líder” o su candidato.
Doña
Mari, doña Chonita, doña Lupe o la doña que ustedes quieran, no solo es la que
organiza los acarreos a esos eventos, también planifica o planificaba los
desayunos el día de la elección, pasa a recordarte –muy temprano- que hay que
ir a votar por el candidato de los colores de la bandera, “el guapito”
dice. Es el mismo que prometió más seguridad, reparar la calle, el que nos trajo
la despensa y promete “darnos apoyo a nosotras”.
Ahora doña Mari, tiene nuevas tareas y lo sabe, “Me traes dos
copias amplificadas al 200 de tu IFE, por los dos lados, y te apuntamos” le
dice a quien le pregunta sobre las tarjetas que entrega con la promesa de que
se les depositará el apoyo si gana el candidato. Sabe también que de “los
apoyos” que pasan por sus manos, ella se quedará con la mejor parte; de ahí que
porte gallardamente su playera, gorra, bolsa, y afuera de su casa luce la
manta, lona y pasacalle con la foto “del bueno” “del que va a ganar”.
Doña Mari, sabe que en las campañas siempre le va bien, ya pudo
mejorar su casa y se “armo de tele” donde ve las telenovelas y se “informa” de
las campañas de su candidato, ese al que ella apoya incondicionalmente; se
busca en las imágenes cuando el conductor informa: “ahora vamos con la campaña
de…”. Doña Mari no sabe de agenda programática, solo recuerda las palabras de
su papá, “si viene otro candidato y te ofrece más, vete con él” y lo recuerda
porque así paso en el 2006 cuando organizó eventos para otro partido, porque el
“padre” de la iglesia de santa maría de “todas las urnas” se lo pidió. “hay que
mantener el cambio” “hay que cuidar a la familia”. Fueron los argumentos en
aquella ocasión.
Pero doña Mari se cansó de esos “riquillos” porque la veían feo,
no la consentían como en el otro partido, la tenían largas horas esperando para
que al final le dijeran que no podían recibirla. Por eso se cansó, y regreso al
partido de siempre, el de su abuelo y de su papá; pero ojo, no es el partido de
su hijo y por eso está enojada, él apoya a otro partido y se queja: “nada más
van a la escuela y tienen poquita educación y ya no quieren votar por el
partido de siempre”.
Esas son las historias de campaña, seguramente ustedes conocen
más. Historias de ilegalidad, inequidad que todos vemos, pero que la autoridad
electoral prefiere no observar, aunque sea su deber legal.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
1 comentario:
Doctor, magnífico texto el que nos compartes esta semana. Muy ad hoc a los tiempos que vivimos. Hagámoslo viral en las redes sociales y en la plaza pública.
Lo socializaré por diversos medios.
¡Un placer y conocimiento leer #Iusfilosofando!
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