Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Falta más de un año para la elección presidencial y
los partidos políticos se enfrentan en las elecciones estatales del próximo 4
de junio, con el ánimo de experimentar toda suerte de artilugios electorales: guerra
sucia, acarreos masivos con recursos públicos, promesas irracionales, discursos
incendiarios que no llevan a nada, alianzas discursivas de facto, cargada contra candidatos, operativos de cara a la
jornada electoral utilizando las estructuras institucionales como el CONAFE,
apapachos de mil pesos; cañonazos de recursos públicos de los gobiernos
estatales para darle a la gente “lo que necesite” –no importa que haya
campañas- si los beneficiarios se acuerdan quien les dio la obra, se les da.
En este proceso electoral, las y los candidatos son
exhibidos, señalados, descalificados, catalogados de: incapaces, corruptos,
mediocres, encubridores, manipulables, engañadores, ladrones, desleales. ¿Y qué
decir de sus propuestas? Las muchas, simples falacias; otras, ideas del
momento; unas más, ocurrencias de los candidatos, y finalmente, el mensaje de
odio que a veces no parece tener reversa.
Al final de esta contienda alguien ganará, no sabemos
si el corrupto, la ladrona, el incapaz, la encubridora, el mediocre, la
desleal, el manipulable. ¿Y cuál es la calidad de gobernantes que tendremos?
Cierto es que algunas de las afirmaciones que se han vertido en campaña están
documentadas, desde luego otras maximizadas con el toque mediático, para simplemente
dañar la imagen de la persona y de paso, el partido.
Pero ¿Qué nos dejan las campañas? Además de llenar los
bolsillos de algunos proveedores de insumos electorales: esta la contaminación
visual, la contaminación auditiva por algunos spots de muy poca inteligencia, la
explotación de la dignidad ciudadana, que aprendió a “venderse al mejor postor”
y el lamentable nivel de cultura cívica, porque como dice la Dra. @BarbaraCabrera “la
dignidad no tiene clase social”.
Las campañas también nos dejan a excandidatos
enriquecidos, porque a pesar de que hay más elementos de fiscalización de los
recursos que corren en las campañas, cierto es también que existen casos en que
sabedores de su derrota muchos de estos candidatos, prefieren ir al cómodo
sillón del desenlace electoral, otros tantos pactan su retiro silencioso, y
otros más se rentan como roba votos de los otros candidatos.
En fin, al final las campañas nos dejan su publicidad,
los rostros de las y los candidatos que lucen en esa publicidad amarillentos quemados
por el sol, las playeras con el nombre de los elegidos, la calcomanía en el
vehículo, en el peor de los casos algunos muertos; en otros casos, candidatos
maniatados por los compromisos que los hicieron llegar al lugar al que
aspiraban.
Al final, las campañas nos dejan un sin sabor extraño,
la resaca de que todo cambio para seguir igual; y la sencilla conclusión “todos
son iguales”. Yo digo que no es así. No todos son iguales. ¿Y a ustedes que más
les dejan las campañas?
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
1 comentario:
Doctor, las campañas dejarán por desfortuna una gran resaca electoral, estamos en una época revuelta donde los vivales querrán sacar y saquear lo que puedan. Imprescindible continuemos haciendo llamados, ejemplifiquemos desde nuestras trincheras que sí podemos rescatar lo que nos queda de país. Por cierto, gracias por la mención en tu columna.
Un placer leer #Iusfilosofando. La comparto en mis redes.
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