iusfilosofando

martes, 23 de mayo de 2017

Las campañas: historia de doña Mari


Samuel Hernández Apodada
@iusfilosofo

A lo largo de mi experiencia en campañas he visto de todo. Desde las promesas que sabemos de antemano imposibles de realizar, hasta los discursos llenos de retórica -que exaltan los ánimos de quien asiste al evento de campaña- y que a veces sobrepasan los límites y llevan al emisor a un camino sin retorno, sin posibilidades de diálogo con el o los otros contrincantes.
Debo decir que las estrategias de campaña cambian de un año a otro, de un Estado a otro e incluso de un municipio o zona a otra. No se utilizan las mismas estrategias en las zonas urbanas que en las rurales. Por ejemplo, algo que con el paso de los años sigue vigente es el acarreo de asistentes a eventos, cuando se trata de llevar a gente de las zonas rurales a las zonas urbanas es -o era- atraparlas con el gancho de que conocerían las ciudad, en efecto irían a un evento político, pero la promesa central era "conocer la ciudad" y si te pagaban el transporte y además te daban torta y refresco "estaba bien". Al final del día, lo único que conocían de la ciudad era el lugar donde se realizaba el evento del candidato, a quien vieron de muy lejos y mencionaba todas las colonias, menos la suya.
El operador u operadora política, que controla, pasa lista, dirige y a veces hasta amenaza: “no se vayan porque terminando el candidato nos regresamos, no voy a esperar a nadie, el que se quedó se quedó"; es la advertencia para quienes ingenuamente creyeron que podían conocer otros lugares diferentes al acto político.
Aunque parezca increíble, ese mismo operativo se aplica en las zonas urbanas. “Acarrear” a la gente con la promesa de llevarlas "al centro de la ciudad"; sí al mitin político, pero también a visitar el centro y "si quieren hasta pueden hacer algunas compritas" dice la operadora que  casi siempre es una mujer, porque "en las filas del partido allá en la colonia, el barrio o el fraccionamiento " siempre hay una doña Mari, doña Chonita, doña Lupe. -que a veces me evoca al personaje de la película La ley de Herodes- una mujer que es la encargada electoral, capaz de dar la vida por su “líder” o su candidato.
Doña Mari, doña Chonita, doña Lupe o la doña que ustedes quieran, no solo es la que organiza los acarreos a esos eventos, también planifica o planificaba los desayunos el día de la elección, pasa a recordarte –muy temprano- que hay que ir a votar por el candidato de los colores de la bandera, “el guapito” dice. Es el mismo que prometió más seguridad, reparar la calle, el que nos trajo la despensa y promete “darnos apoyo a nosotras”.
Ahora doña Mari, tiene nuevas tareas y lo sabe, “Me traes dos copias amplificadas al 200 de tu IFE, por los dos lados, y te apuntamos” le dice a quien le pregunta sobre las tarjetas que entrega con la promesa de que se les depositará el apoyo si gana el candidato. Sabe también que de “los apoyos” que pasan por sus manos, ella se quedará con la mejor parte; de ahí que porte gallardamente su playera, gorra, bolsa, y afuera de su casa luce la manta, lona y pasacalle con la foto “del bueno” “del que va a ganar”.
Doña Mari, sabe que en las campañas siempre le va bien, ya pudo mejorar su casa y se “armo de tele” donde ve las telenovelas y se “informa” de las campañas de su candidato, ese al que ella apoya incondicionalmente; se busca en las imágenes cuando el conductor informa: “ahora vamos con la campaña de…”. Doña Mari no sabe de agenda programática, solo recuerda las palabras de su papá, “si viene otro candidato y te ofrece más, vete con él” y lo recuerda porque así paso en el 2006 cuando organizó eventos para otro partido, porque el “padre” de la iglesia de santa maría de “todas las urnas” se lo pidió. “hay que mantener el cambio” “hay que cuidar a la familia”. Fueron los argumentos en aquella ocasión.
Pero doña Mari se cansó de esos “riquillos” porque la veían feo, no la consentían como en el otro partido, la tenían largas horas esperando para que al final le dijeran que no podían recibirla. Por eso se cansó, y regreso al partido de siempre, el de su abuelo y de su papá; pero ojo, no es el partido de su hijo y por eso está enojada, él apoya a otro partido y se queja: “nada más van a la escuela y tienen poquita educación y ya no quieren votar por el partido de siempre”.
Esas son las historias de campaña, seguramente ustedes conocen más. Historias de ilegalidad, inequidad que todos vemos, pero que la autoridad electoral prefiere no observar, aunque sea su deber legal.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.


1 comentario:

@BarbaraCabrera dijo...

Doctor, magnífico texto el que nos compartes esta semana. Muy ad hoc a los tiempos que vivimos. Hagámoslo viral en las redes sociales y en la plaza pública.
Lo socializaré por diversos medios.

¡Un placer y conocimiento leer #Iusfilosofando!