Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Ha pasado medio siglo de los hechos sangrientos en
la plaza de las tres culturas, aquel 2 de octubre la tarde se pintó de rojo. La
sangre de los caídos ese día, representa todo lo que un gobierno no debe ser;
las causas, las luchas, las razones por las cuales los jóvenes salieron a la
calle aquellos meses son el antecedente de las libertades que hoy gozamos.
Alzar la voz, manifestarnos, tomar postura, ocupar
los espacios públicos, desobedecer, no puede entenderse sin la lucha previa que
nos antecede en los años sesenta y que culmina con las manifestaciones de 1968.
50 años después de aquellas jornadas históricas todo
parece más sencillo, los medios diversos, la prensa plural, los micrófonos
abiertos, la pluralidad de voces, las redes sociales, los blogs, los podcast,
la radio por Internet, la televisión que tiene que ser incluyente por
competencia.
Medio siglo después la historia es otra, los
golpeados, los perseguidos, los encarcelados, los etiquetados como revoltosos
hoy están en el gobierno, en el Poder Legislativo, o formarán parte del Poder
Ejecutivo. Nadie en aquellos años hubiera creído que la historia cambiaría, que
los presos políticos ocuparían una curul, que en el Congreso de la Unión se les
reconocería, con letras de oro en el muro de honor de la cámara de diputados y
con una placa en el senado de la República.
Los tiempos han cambiado, las placas que llevan el
nombre de Díaz Ordaz en el metro de la cuidad de México se han retirado, voces
piden cambiar el nombre a calles, avenidas, estadios.
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