Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Después
del domingo el país es otro, una gran cantidad de personas abarrotaron las
casillas como nunca se había visto, quizá muy similar a la elección de treinta
años atrás, donde hasta muy tarde la gente seguía formada en espera de ejercer
su voto; en mi memoria están grabadas esas imágenes. Treinta años después, el
fenómeno es muy similar, pero con una gran diferencia, esta vez los jóvenes
fueron los protagonistas del cambio, fueron los que decidieron ser los soldados
de la transformación y ponerse muchos de ellos al servicio del general Andrés
Manuel, su arma un Smartphone.
Treinta
años después los jóvenes se convierten en factor de cambio, ellos que han sido
los más afectados por el neoliberalismo, -termino que quizá muchos de ellos no
conocen, pero que enfrentan día a día- cuando la desigualdad, la miseria, el
desempleo y la inseguridad entre otras muchas cosas más, los convierte en
protagonistas de esta política. Muchos nacimos y crecimos con ese modelo que se
vio consolidado con los gobiernos del PRI y del PAN.
Los
ciudadanos han ganado saliendo a las urnas para derrotar a un régimen que los
mantuvo subyugados por mucho tiempo, un régimen que los engañó, que los
utilizó, que los empobreció, en pocas palabras que los traicionó cuando les
dijo a los ciudadanos que las reformas estructurales eran por el bien de
México, cuando en la práctica la canasta básica de los ciudadanos se vio
ampliamente disminuida.
Los
ciudadanos han ganado demostrando al poder político y económico que todo tiene
un límite, han ganado porque entendieron el valor real de su voto y porque se
cansaron de ser traicionados primero por Fox, seguido por Calderón y luego por
Peña Nieto. Andrés Manuel ha ganado y lo ha hecho de forma aplastante, entendió
que había que consensuar, que era necesario hacer a un lado las diferencias,
que era fundamental generar rupturas en el poder político y económico.
Las
paradojas de la elección son crueles para muchos, el gran perdedor es el PRI,
partido en el poder, pues pierde los distritos electorales federales donde
tenía el control, hasta en Atlacomulco, terruño de quien hoy vive en Los Pinos.
Fue derrotado pues su votación alcanzó los 6 millones 157 mil 156 votos. El
otro derrotado es el PRD, partido fundado por quien ocupará la presidencia, y
que solo obtuvo 1 millón 307 mil 665 votos. La derrota es terrible porque con
toda la estructura política del partido que gobierna la Ciudad de México, resulta
que Heliodoro Rodríguez, candidato independiente, obtuvo 2 millones 339 mil 431
votos.
Y
precisamente, los otros grandes perdedores fueron los candidatos
independientes, pero de ellos hablaré en otro momento. Por lo pronto hicimos
historia con la elección, pero lo más importante aún viene, nada se entrega de
forma gratuita y permanente, para citar a Rousseau “Un pueblo que no abusa
jamás del gobierno. No abusaría jamás de su independencia. Un pueblo que
gobernara siempre bien. No tendría necesidad de ser gobernado.” Por hoy es
todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
1 comentario:
Muy buena columna Doctor Samuel, la comparto en mis redes.
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