Samuel Hernández
Apodaca
@iusfilosofo
Como si nada hubiera ocurrido, como si las cosas estuvieran
de maravilla, como si ellos hubieran ganado la elección el pasado 1 de julio
con un margen que cualquiera envidiaría pues tendrán mayoría en las cámaras legislativas,
como si su candidato fuera el ganador contundente de la pasada elección y
mereciera una ovación a su entrada, así recibieron los panistas a Ricardo
Anaya, mejor conocido entre los informados como “Riquín Canayin”.
Acuerpado por sus incondicionales, el derrotado exaspirante
presidencial llegó al Auditorio Manuel Gómez Morín, para asistir al consejo
nacional de su partido y “reflexionar para reconocer errores”. Como si el
ejercicio de reflexión fuera una característica de los derrotados en la pasada
campaña.
Al tener el control de su partido, Ricardo sigue viviendo una
fantasía, pero más engañados están quienes lo respaldaron como candidato y lo
ovacionan como el gran triunfador, cuando la realidad es contraria, pues el exdirigente
nacional del PAN llevó a su partido al inframundos de los resultados
electorales, el peor candidato, con el peor resultado de los tiempos modernos.
Los aplaudidores albiazules olvidaron que días antes gobernadores,
diputados federales, y panistas reconocidos expresaron, en una carta la
necesidad de refundar al PAN y su oposición a que el derrotado Ricardo Anaya regrese
a dirigirlos. Los aplaudidores olvidaron que en las sombras de la hipocresía,
Marko Cortés y Rafael Moreno preparan todo para controlar al partido en el que
militan.
El PAN de 2018 no es el mismo de hace 20 años, no puede erigirse
como defensor de la cultura democrática y
del dialogo, no puede presentarse como la bisagra de la transición, no puede asumirse
como el partido balanza en el Congreso de la Unión, y no puede serlo cuando su
candidato fue el que más violencia verbal demostró en campaña, contra quien hoy
ocupara la silla presidencial.
Pensar que el PAN de Anaya es necesario en el sexenio que
viene, es un error, asumir que el PAN derrotado en la pasada elección buscará sumarse
a la reconstrucción nacional, es vivir una ilusión. El PAN de Anaya, es un partido
resentido, es un espacio de mediocres que siguen con su discurso de campaña,
sosteniendo que “la mayoría” no votó por Andrés Manuel a pesar de que la
realidad electoral demuestra todo lo contrario.
El PAN de Anaya o PANANAYA es igual que el PRI de Ochoa Reza
o René Juárez, vulgares porros de
campaña que solo son útiles para golpear al adversario, cínicos declarantes de
mentiras “vamos a ganar” “estamos en segundo lugar” “daremos la sorpresa” decían
estos últimos. El PAN de Anaya, es igual que el PRD de “los chuchos”, un
espacio donde se afilan navajas para una lucha interna que les permita quedarse
con las migajas de un partido que cada elección tiene peores resultados.
El PAN de Anaya está perdido, la autocomplacencia y el
autoengaño parecen ser su bandera actual, hacia dentro no cabe la crítica, hacia
fuera no tienen una gran representación. Hacia el futuro es necesario cambiar
¿lo harán?
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
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