Samuel Hernández
Apodaca
@iusfilosofo
Acostumbrados a los excesos, a los actos grotescos, al abuso
de poder, al dispendio a cargo del erario, a ganar a toda costa, al arrebato
del triunfo cuando perdieron en urnas, a la “unidad”, a cumplir los caprichos
del “Señor presidente”, a imponer su voluntad, a reprimir cuando quieren, a
“robar y dejar robar”, a servirse con la
cuchara grande, a la Roque señal cuando aplican la aplanadora, a la plata o
plomo con los medios incomodos, a comprar, chantajear o reprimir a los
disidentes, los priistas viven hoy su peor momento y nada de lo anteriormente
enumerado se volverá a repetir al menos en los próximos seis años.
El viejo PRI y el nuevo PRI nunca tuvieron una lucha,
después de la derrota de 1997 en la que perdieron el control de la Cámara de
Diputados, se empeñaron más en generar un discurso de cambio, que en aplicar
acciones por democratizar sus filas. El viejo PRI y el nuevo PRI no entendieron
el primer aviso, tampoco después de la pérdida de la presidencia frente a lo
más atrasado de la derecha en el año 2000. El viejo PRI y el nuevo PRI no
pelearon, cohabitaron a cambio de espacios, porque entendieron que vivir fuera
del presupuesto es vivir en el error.
Tras su derrota el pasado 1 de julio, el PRI y sus aliados
tienen cerrado completamente los suministros financieros que pudieran darle
vida artificial, esa que les permitiría aguantar tres o seis años hasta que la
presidencia les llegara de nueva cuenta a sus manos. Pero a diferencia de otras
elecciones en esta ocasión no ganaron ninguna gubernatura que pueda mantener
esperanzas de recuperar el terreno perdido. No pueden pedirle al próximo
gobernador que opere el gobierno con estructuras partidistas.
Pero los priistas parecen no entender, pierden todo, y en
lugar de promover cambios internos que les dé un respiro, los dinosaurios van
por las migajas de lo que quedo, así Manlio Fabio Beltrones, Claudia Ruiz
Massieu (que dirige al PRI), René Juárez Cisneros (que será el coordinador en
la Cámara de Diputados), Rubén Moreira Valdés (habilitado como secretario
general del PRI) Miguel Ángel Osorio Chong (próximo coordinador en el Senado) Beatriz
Paredes y Ochoa Reza, se anclan en los cargos políticos para asegurar impunidad
y gozar de privilegios.
De acuerdo con la más reciente encuesta de Consulta Mitofsky
el 52.2% de los encuestados considera al PRI como el perdedor; un 34.8%
considera que desaparecerá; el 71.3 % de los que simpatizan con ese partido
consideran que el cambio debe venir de nuevos miembros con ideas frescas; un
47.3 % de los de simpatía priísta afirma que debe cambiar su imagen y su
nombre; y aunque esta es la opinión pública, el establishment priísta se aferra a ocupar los cargos que les
garantice vivir del presupuesto.
El futuro inmediato del PRI es incierto, y aunque saben bien
que necesitan aires frescos y un cambio, para los que actualmente controlan a
este partido, saben que hacerlo sería ceder lo poco que les queda. La
alternativa más viable es escenificar una farsa democrática de consulta a las
bases que permee en la ingenua militancia que aun poseen. Es decir un cambio a
la gatopardo.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
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