Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo
Ha pasado una semana después de la jornada
electoral, el ambiente esta enrarecido; ciertos sectores ciudadanos aún no
aceptan que el PRI se haya quedado con triunfos que no le correspondían. En
estos días he tenido conversaciones con ciudadanos de Veracruz, Coahuila,
Estado de México y otros más, -donde incluso no hubo elecciones-, y en todos
existe un malestar común porque "el PRI no acepto su derrota".
Que no haya pasado nada molesta más a los
ciudadanos, quienes aunque saben que es necesario salir a votar, si manifiestan
cierta desilusión en la opción electoral, los ciudadanos de más de treinta años
y con cierto nivel educativo y de formación, parecen enfrentar un dilema: por
una parte están conscientes que participar forman parte de su responsabilidad
cívica, pero también -al igual que a principios de
los noventa- empiezan a manifestar cierta desilusión porque "a pesar de
que en las urnas se manifiesta un sentir, la voluntad de los políticos imponen
otra".
Quizá quien me lee y viva en Coahuila o
Estado de México coincida con las ideas arriba referidas, porque
independientemente de las declaraciones que se hagan o los recursos
jurisdiccionales que se promuevan, la percepción social es que "de nada
sirve votar, el PRI siempre se impone". Esta idea que puede ser menor, es
alarmante, y puede llevarnos a caminos
con escenarios poco deseables. El primero es el abstencionismo, que nos
regresaría a los procesos electorales de hace más de 20 años. El segundo que
ciertos grupos se radicalicen y busquen otras vías de expresión y
transformación política.
De poco o nada sirve que el Instituto Nacional Electoral (INE) pretenda realizar junto con
los partidos políticos la revisión de las elecciones estatales, los diagnósticos,
el análisis conjunto, el balance, son útiles cuando realmente se tiene
voluntad de contribuir a la transformación del sistema político electoral, cuando
se plantean acuerdos básicos fundamentales para transformar la realidad que se
vive en cada campaña. Los balances, los acuerdos, son útiles cuando la
autoridad electoral cumple su papel y no juega a descalificar a los actores.
Cuando de forma responsable investiga irregularidades obvias. Cuando trae
reformas que impidan que los vicios se repitan ¿Servirá de algo el diagnóstico doméstico
a puerta cerrada y en comisiones del INE? Sin voluntad, lo dudo.
Por si fuera poco, y sumando al pesimismo social,
el fin de semana en el congreso nacional de Morena, Andrés Manuel, centró su
discurso en la elección de próximo año; cerró la posibilidad de alianza con el PRD
y MC, manifestando su beneplácito en el PT, partido que declinó de última hora
por Delfina y cuyos dirigentes han mantenido vivo de forma artificial a su
partido a través de alianzas. Andrés Manuel al apresurarse a cerrar la puerta a
“los inmorales”, pierde de vista su responsabilidad histórica, pues no solo es
el dirigente de Morena, sino el líder de un sector social que está harto que el
sistema político imponga su voluntad.
Es cierto que en el caso del Estado de México, el PRD y
su candidato Zepeda, jugaron el papel de esquiroles de la alternancia; no
hablemos del partido Movimiento Ciudadano (MC) quien al igual que el PT son una
franquicia muy rentable que le ha permitido a Dante y los suyos vivir de la política
y mantenerse entretenido como líder plenipotenciario de ese partido. ¿Pero era
necesario apresurarse a cerrar la puerta a una alianza electoral que bien puede
sacar al PRI de Los Pinos? ¿Es posible vencer al sistema solo con su propia
imagen? Sin duda es una misión compleja.
Derrotar a un régimen que logro mantener el control de
uno de los estados con mayor índice de votos, no es tarea fácil, implica
tiempo, acuerdos, alianzas, rupturas en los factores reales de poder, y parece
que Andrés no ha logra hasta el momento. No basta la buena voluntad de
militantes y ciudadanos, la transición y el cambio democrático del sistema político
no son actos de fe. La transformación social y política del país no puede
depender de una persona, por más que se le quiera ver como divinidad.
Fortalecer la estructura de un partido y formar círculos de
estudio, no alcanzan para vencer a un sistema político que ya demostró que hará
todo para retener el poder; tampoco alcanza la imagen de un líder, si este no
promueve acuerdos, no genera rupturas estamentales, no fomenta la crítica entre
sus bases. Todo dirigente necesita sus capsulas de realidad, de critica entre
sus filas, de otras personalidades que le hagan contrapeso, de cercanos que no
jueguen a endiosarlo. El riego del caudillismo es que nos quedemos en el “para
la siguiente”. La transición no puede esperar todos debemos entenderlo. La
esperanza sigue viva.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe
diem
1 comentario:
Buen texto Doctor, lo comparto en mis redes.
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