@iusfilosofo
En 1971, a los 50
años, John Borden Rawls filósofo y profesor de filosofía política en Harvard publicó su obra Teoría de la Justicia.
El filósofo consideraba que los principios de justicia que fueran objeto de un
acuerdo entre personas racionales, libres e iguales en una situación
contractual justa, podrían contar con una validez universal e incondicional. Lo
que Rawls pretendía era combatir y superar el utilitarismo, para ello creó una
teoría: la de la justicia.
La justicia como
equidad es el tema abordado por Borden Rawls, la concepción de la justicia del anglosajón
se basa en dos principios:
1. Toda persona que participa en una práctica tiene igual derecho a la misma
libertad compatible con una igual libertad de los demás;
2. Las desigualdades son arbitrarias a menos que razonablemente se resuelvan
en ventajas para todos, y a condición de que las posiciones y las cargas a las
que van ligadas, o que puedan derivarse, estén abiertas a todos.
Estos principios
describen la justicia como la síntesis de tres ideas: libertad, igualdad y
compensación por los servicios que contribuyen al bien común. En este sentido,
la justicia se concibe en Rawls como la virtud práctica de entes que tienen
intereses concurrentes en competición y pretensiones en conflicto y en la que
cada uno tratará de hacer sus propios derechos frente a los demás. O para
decirlo en palabras del referido autor: “la injusticia no surge de una falla
humana, sino de una combinación fortuita de circunstancias que hacen fracasar
el objetivo de las normas jurídicas”. (RAWLS;
2000,90)
Aunque Rawls hable de
la “justicia como equidad” esto no implica que los conceptos de justicia y de
equidad sean la misma cosa. La desigualdad a la que según Rawls hay que
oponerse es aquélla que no supone ventaja “para todos” los implicados.
Considera que todos deben beneficiarse de la desigualdad para que ésta sea admisible.
Resultan injustificadas las desigualdades en las que las desventajas de unos
tornan en ventajas para otros.
Pero esa idea
contrasta con nuestra realidad, en nuestros país en la semana pasada fuimos
testigos de cómo la desigualdad económica, social y cultural fue utilizada por
los gobiernos del Estado de México, Puebla e Hidalgo para manipular a un grupo
de ciudadanos y llevarlos al zócalo capitalino a cambio de “viaje gratis a la
capital”, torta y frutsi, esa bebida que no puede faltar en toco acarreo
priista.
La imagen del zócalo
la noche del 16 de septiembre, es una escena que entristece, y lo es así porque
aprovechándose de la desigualdad y la miseria, de las pobres condiciones de
vida de muchos de los acarreados, el gobierno que debería velar por construir
mejores condiciones de desarrollo prefiere mantenerlos así, marginados,
miserables, susceptibles de manipulación y de control político.
Y mientras eso ocurría,
unas horas antes un grupo de mexicanos protestaban contra el señor de Los
Pinos, pidiendo su renuncia, y algunos otros pidiendo mejores condiciones de
vida, seguridad pública y respeto a los que piensan diferente. Pugnando por un
cambio de régimen, y quizá sea aquí donde valga recuperar una idea de Rawls en
la que sostiene que “en un régimen constitucional los tribunales pueden acabar
por ponerse de parte de los disidentes, y declarar la ley o la política
rechazada por inconstitucional”. (RAWLS;
2000,333).
Pugnar
por mejores condiciones de vida para todos, sigue estando vigente; luchar porque
el respeto y cumplimiento del Estado de Derecho debe ser una bandera que no
debe bajar guardia, exigir que ese Estado de Derecho se aplique para todos,
debe ser una condición cívica que no debemos perder, solo así podemos ir construyendo
un país con un presente diferente y un futuro mejor.
Por
hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe
diem.
1 comentario:
Doctor, buen texto el de esta semana. Lo comparto en mis redes.
Saludos cordiales.
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