Un hombre debe
cumplir sus deberes con su Dios
y con su conciencia,
y si estos últimos se hallan en
conflicto con su
deber hacia el Estado, es él,
en última instancia,
quien tiene derecho hacer
lo que juzgue correcto.
Dworkin
Ronald Dworkin nació en 1933
cursó estudios en la Universidad de Harvard, trabajó en una firma de abogados y
más tarde fue contratado como profesor de derecho en la Universidad de Yale y,
en 1969, ocupó la cátedra de Jurisprudencia de la Universidad de Oxford,
sucediendo a H.L.A. Hart.
Dentro de la filosofía del
derecho se opuso con vehemencia al
positivismo jurídico que dotaba a la ley de una excesiva asepsia. Más tarde
esto le condujo a cuestiones de tipo moral y político y a tener una presencia
frecuente en la prensa para discutir temas legales de actualidad acerca del
aborto, la Constitución o la desobediencia civil.
La obra de Dworkin
constituye seguramente una de las más sólidas e interesantes aportaciones
ofrecidas por el pensamiento norteamericano a la filosofía jurídica y política
contemporánea. El trabajo de Dworkin
responde a unas preocupaciones y
se inscribe en unas polémicas que parecen tener muy poco en común con lo que ha
sido la historia de nuestra reflexión jurídica. Sin embargo, existen algunas
aportaciones generales y una en particular que aluden a nuestro tema de
investigación y es por ello un referente obligado al momento de hablar de la
desobediencia civil.
Un primer elemento de
referencia es el ataque central que emprende Dworkin contra el positivismo,
ataque que se hace con base en el status lógico, la fundamentación y el uso de
principios, esto es, de un tipo de normas diferentes a las reglas.
La teoría de los principios
refuta tres tesis positivistas: a) que el derecho consiste sólo en reglas, las
que sólo con base en su origen pueden ser examinadas por cuanto hace a su
validez o pertenencia al sistema y que sólo de esa forma se pueden distinguir
de las normas de otros tipos de sistemas normativos como sería la moral o las
reglas de trato social; b) que el juez en casos difíciles posee una facultad
discrecional que le permite decidir según parámetros extrajurídicos, y c) que
en casos difíciles el juez declara un derecho que aún no existe.
La tesis de Dworkin parte
del supuesto que los individuos también
pueden tener derechos que son anteriores a los creados explícitamente por la
legislación. De ahí la idea de ser referente de la desobediencia civil.
Dworkin pretende restaurar
en todo su esplendor un individualismo radical de signo iusnaturalista, el hombre, por el mero hecho de serlo, es
portador de unos derechos básicos e inalienables, anteriores a cualquier
forma de voluntad humana o de pacto hipotético; la legitimidad del gobierno se
funda en el respeto y protección de esos derechos; es más, tomarse “los derechos en serio” significa que
éstos no puedan ser sacrificados ante objetivos colectivos o proyectos de
bienestar social; la desobediencia a las leyes es un corolario de la fuerza de
los derechos individuales.
De ahí la justificación de
la desobediencia civil, por ello dice Dworkin:
Muchos juristas e
intelectuales se valen de un argumento aparentemente más complejo y refinado
para llegar a la misma conclusión. Reconocen que la desobediencia al derecho
puede estar moralmente justificada, pero insisten en que no se le pueda justificar
jurídicamente (…).
Como bien advierte el autor,
en el discurso iuspositivista, no se justifica desobedecer el derecho sin tener
sanción alguna. Para los positivistas, sólo puede hablarse de obligación jurídica,
incluso de obligación en general, cuando existe una práctica y respaldo social,
en definitiva, cuando de hecho una comunidad considera necesario observar
cierto comportamiento.
Como expresa Dworkin, hemos pasado años en este país, sin
tomarnos los derechos en serio, y esto ha sido no sólo porque los regímenes
en turno no hayan querido hacerlos valer, sino porque ha faltado ciudadanía.
Tomarse los derechos en
serio implica conocer bien a bien, derechos básicos comunes y obligaciones imprescindibles;
tomarse los derechos en serio implica estar al día sobre la forma en cómo se
manejan las instituciones de este país; en cómo se gastan los recursos; tomarse los derechos en serio implica
exigir políticas públicas que reduzcan los márgenes de pobreza y el crecimiento
de la miseria en este país; en promover y defender los derechos para tod@s
y de tod@s.
Tomarse los derechos en
serio, conocer la constitución y exigir que se cumpla; tomarse los derechos
enserio implica también construir conciencia cívica, para darle dimensión real
a la importancia del voto; votar sí, y vigilar el voto más allá de la jornada
electoral; es decir, vigilar a los electos.
Por ello, los invito pues a
tomarse los derechos en serio. Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
4 comentarios:
Maestro:
Este llamado a través de tu Columna Iusfilosofando para este día, de tomar en serio nuestros derechos; es fundamental en los tiempos actuales de México lindo y herido. Seguimos trabajando por un mejor país.
Excelente texto.
Un abrazo.
Una vez más, una columna llena de informacion y filosofía del derecho que nos va iluminando acerca de las piedras angulares sobre las que se asientan nuestros derechos que las autoridades, por preservar sus chambas, nos escatiman con cinismo e impudicia. Asimilar los conceptos vertidos por pensadores tan notables no es tarea fácil para mí pero es motivo para continuar leyendo con interés tus muy bien articuladas columnas.
Hey! muy buena publicación, al principio me enrede un poco pero releyendo entendí mejor. No conozco mucho de derecho y algunos términos me confundían pero siempre esta Google para echarme la mano jeje.
Me gusto mucho la estructura del texto, muy bien desarrollado.
Esta entrega me ha clarificado mucho ciertas cosas acerca de como ejercer todos los derechos constitucionales que tengo como ciudadano y también para no hacer un trabajo a medias y llevar a cabo además las obligaciones para con mi país.
Como lo dice la publicación "Derechos en serio"
Buen día. Saludos!
Demasiada razón en sus contribuciones maestro, sobre todo si hablamos de nuestros derechos, pues si bien los gobiernos en turno no han hecho lo suficiente, nosotros estamos lejos de ese ejercicio y conocimiento de los mismos.
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