Los acontecimientos en Guerrero, de los cuales hemos sido
testigos las últimas semanas, deben llamar seriamente la atención del habitante
de Los Pinos y de sus aliados en el Congreso de la Unión.
Aunque los ciudadanos no vinculados al magisterio estamos a
favor de que se evalué a los normalistas, -debo decir que algunos normalistas
también lo están- lo cierto es que fue una reforma educativa donde los directamente
involucrados, -es decir, los normalistas- no participaron.
Pasado el toro, vemos a los hombres del traje gris,
-Zambrano, Madero, Camacho- anunciar que el Consejo Rector del Pacto por México
se reunirá con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE)
de Guerrero y Oaxaca. El objetivo parece ser muy concreto, incorporar a los
maestros y sus propuestas en las reformas y leyes reglamentarias derivadas de
la reforma educativa.
La propuesta de diálogo, no es menos que necesaria, pues las
amenazas de enfrentamiento en el Estado de Guerrero siguen siendo una amenaza
latente; si bien es cierto que la jornada de ayer en ese estado fue menos tensa
que las anteriores, cierto es también que el movimiento antes magisterial y
ahora popular, está más vigente que antes y eso abre la posibilidad a una
movilización mayor, que salga incluso de los limites guerrerenses.
De ahí que la tesis de un estallido social en Guerrero no debe
ser descartada; ese es un Estado con antecedentes de movimientos sociales y
revolucionarios importantes, que siempre han sido opositores al régimen
priísta, un régimen que no sobra recordar mantuvo en la miseria a esa y a otras
Entidades del país por varias décadas.
Quizá por eso en la década de 1970 los profesores Lucio Cabañas
y Genaro Vázquez, decidieron optar por la lucha armada y constituir así la
Asociación Cívica Nacional Revolucionaria y la Brigada de Ajusticiamiento del
Partido de los Pobres, para más tarde secuestrar a Rubén Figueroa Figueroa
(entonces senador por Guerrero y futuro gobernador del estado) en 1974.
La conclusión de esa historia ya la conocemos, una dura
represión de parte del Ejército Mexicano y el asesinato de Cabañas Barrientos
en Técpan de Galeana, misma suerte que siguieron otros integrantes de las
guerrillas de la Sierra Madre del Sur.
Más próximos a nuestros años, en el caso de Aguas Blancas
(Coyuca de Benítez) el 28 de junio de 1995, la policía del Estado asesinó a 17
campesinos y solo un año más tarde se levantó en armas el Ejército Popular Revolucionario.
Desde entonces, en Guerrero sigue vivo el espíritu rebelde, de donde diversos
movimientos sociales han surgido.
Por eso, las declaraciones de confrontación del lado del
gobierno sobran, son imprudentes y recuerdan un pasado represor; mismo caso
toca a los normalistas, quienes deben movilizarse inteligentemente y evitar
dañar propiedad de terceros, para que esto no sirva de pretextos para usar al
derecho, como instrumento de represión.
Los tiempos han cambiado, sino se dialoga, no se construye y
Guerrero es un ejemplo de ello. Si no se busca una salida inteligente a este
caso, Peña podría enfrentar ahí un problema profundo durante su sexenio. Por
eso debemos voltear a Guerrero, y avizorar lo que puede pasar en otros Estados
del país.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.
1 comentario:
Maestro,
¡Gran texto el de esta Iusfilosofando!
Un tema añejo que hoy se vuelve coyuntural y de urgente resolución.
Como bien dice, el caso de Guerrero debe volverse un punto de comparación para avizorar inminentes problemáticas en el resto del país.
Sin dada, son bastantes los asuntos urgentes de resolver en la agenda pública nacional; no obstante, desde mi punto de vista si se resuelve el educativo desde su diversas aristas, contribuirá a aminorar otros tantos.
Un placer leerlo.
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