Ya entrados en menos, los mexicanos
fanáticos del fútbol, crédulos del establishment,
escépticos de su realidad social, dóciles de su crudeza económica y temerosos
de la seguridad pública, regresan al México verdadero, ese que no detiene su ola
de violencia, ese que no cesa de actos de corrupción, ese donde el gobierno no
repara en callar a quien se atreve a cuestionar su “gobierno”. Ese que
administra programas de combate a la pobreza, para mantener miserables a los
pobres.
El fin de semana – tras la derrota
de la selección de fútbol- presenciamos playeras mojadas de sudor, rostros
cubiertos de lágrimas, caras reconstruidas por desilusiones y gritos inspirados
en la rabia, manifestaciones de desconcierto, posiciones de enojo,
declaraciones de tristeza bañadas en impotencia y al final todo por una
ilusión.
De esta forma, inspirados en una fantasía, algunos mexicanos
creían se le ganaría a Holanda y otros estaban seguros que México saldría
avante. La realidad fue distinta y los mariachis callaron, porque quizá, lo
digo en letras altas, LA SELECCIÓN SEA EL REFLEJO DEL PAÍS QUE VIVIMOS. Existen
mexicanos que tras un gol, se repliegan, se confían; mexicanos que se
autoengañan al pensar que el adversario se rendirá, mexicanos que se encogen
frente al extranjero, mexicanos que exponen la idiosincrasia típica del
derrotado. Mexicanos que culpan al “otro” de nuestras desgracias.
Y es que como decía Octavio Paz:
“El lenguaje popular refleja hasta qué punto nos defendemos del exterior: el
ideal de la “hombría” consiste en no “rajarse” nunca. Los que se abren son
cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos,
abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse,
humillarse, “agacharse”, pero no “rajarse” (…) (Cfr. El laberinto de la soledad).
Así, ya en la realidad de este
pobre México, encontramos a mexicanos que lloran por una derrota de fútbol,
pero son indiferentes ante la desgracia de los niños muertos en la guardería
ABC. Atestiguamos a mexicanos que descalificación al árbitro fútbolero pero
hacen mutis contra el árbitro electoral. Mexicanos que exigen se repita el
partido por la jugada mañosa de un holandés, pero que pidieron no se hablara
más de la dudosa elección de 2012.
Pobre México con ciudadanos que
gastaron más para ir al mundial, que en educación. Pobre México cuyos políticos
o hijos de estos que hicieron gala de lo impune que es la clase política en
este país. Pobre México cuyos ciudadanos lloran como pamboleros, lo que no
supieron defender como mexicanos. Y no es que no me guste el fútbol, pero no
quiero ganar el balón y perder mi realidad.
Por hoy es todo, nos leemos la
próxima. Carpe diem.
2 comentarios:
Muy buen texto Doctor, coincido con su percepción y la aplaudo. Me quedo y resalto lo que refiere “Pobre México cuyos ciudadanos lloran como pamboleros, lo que no supieron defender como mexicanos”
A mi, me duele el México y por eso trabajo todos los días de manera consecuente para desde mi trinchera, provocar un cambio.
Un placer leerlo e intercambiar puntos de vista.
Existen algunos mexicanos que asi se las gastan y otros que no reflejan cierto desinteres a la palatria y ni se preocupan por informarse.
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