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martes, 26 de junio de 2018

HAGAMOS HISTORIA




Samuel Hernández Apodaca
@iusfilosofo

La noche del domingo o quizá madrugada del lunes sabremos quién ocupará la Presidencia de la República los próximos seis años. Que si es la elección más grande de la historia contemporánea del país, sí, lo es; Que si es la más cara; sí, también lo es. Cierto es también que la elección a la que asistimos es en la que más estrategias de guerra sucia se han implementado, particularmente contra el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia.

Esta es una elección nada sencilla, hay millones de mexicanos que asisten a las urnas por primera ocasión, y esos son los mexicanos jóvenes que han sido víctimas de la delincuencia, la inseguridad, el desempleo, la falta de acceso a servicios públicos básicos, a la educación y con un futuro inmediato nada alargador.

Parece sencillo decirlo, pero los más afectados con la política neoliberal que hoy vivimos son los que nacimos bajo este régimen que se ha empeñado en usar como bandera de su gobierno a las reformas estructurales. Esas reformas que han utilizado las privatizaciones para consolidar la desigualdad que vivimos hoy. Esas reformas que han hecho de nuestro país un México donde pocos deciden sobre millones y en el que millones no pueden decidir sobre su propio destino.

Muchos de los mexicanos que irán a las urnas este domingo no conocen del todo al PRI, crecieron con un primitivo hombre de botas que gobernaba bajo los influjos del prozac y con la tutela de la mojigata de Marta Sahagún; esos electores padecieron los gobiernos del PAN, quien en su política económica es lo mismo que el PRI. Ellos fueron los que vieron a Calderón Hinojosa declararle la guerra al narco, los que han visto como se asesina, secuestra y desaparece a estudiantes; y son también los que han visto en Peña Nieto y su partido, a los fulminadores de sus sueños.

En esta elección PRI y PAN representan lo mismo, votar por cualquiera de los dos significa contribuir a mantener el statu quo otros seis años y consolidar el establishment;  significa también permitir que siga la depredación nacional a través de las reformas estructurales; esas que posiblemente no alcancen a entender pero que todos los días las padecen.

De cara a la elección, Andrés Manuel y el equipo de mujeres y hombres que lo rodean, es el único que representa una alternativa real para transformar al país, es quien ha plasmado un proyecto de nación y  quien ha presentado a su futuro gabinete. No es el caso de los otros candidatos que se han ocupado más en atacar al puntero que en decirle a los electores quienes podrían formar parte de su gabinete en caso de ganar la elección.

Andrés Manuel es quien mejor conoce al país, lo ha recorrido incansablemente, sabe de su problemática, entiende las necesidades de sus regiones. Ha logrado conjuntar a los sectores más diversos del país, incluirlos en el programa de nación o P18 que busca “construir un país justo que procure el desarrollo de todas las personas.” Propuesta a la cual me sumo porque considero una necesidad impostergable.

Andrés Manuel, es el rival a vencer y a pesar de que el candidato del tercer lugar diga que va en segundo, en el fondo sabe que está perdido y que junto con su equipo han hecho una inútil campaña; mismo caso ocurre con Ricardo Anaya, el político a quien sus excompañeros acusan de traicionero.

Andrés Manuel representa la esperanza de millones de mexicanos para cambiar el rumbo del país. Un rumbo necesario que construya mejores posibilidades de desarrollo para todos; su experiencia de gobierno le da ventaja sobre sus competidores.

López Obrador simboliza la posibilidad del cambio verdadero que no ofrecen los demás, un cambio que implica que ese 50 % de la población que vive en condiciones de pobreza mejore sus condiciones de vida. López Obrador abre la posibilidad de construir legalidad y combatir la corrupción, recuperar la paz, construir un gobierno austero, pues como afirma “no puede haber un gobierno rico con un pueblo pobre”.

Desde luego, votar por Andrés Manuel no implica dejarlo solo, pues es necesario que la propuesta y el programa se materialicen a través de las acciones del Poder Legislativo, de ahí que sea necesario acompañarlo con legisladores que representen en el Congreso de la Unión ese proyecto. Un voto por López Obrador tampoco es la panacea, el cambio verdadero debe venir con una sociedad organizada, exigente, que alce la voz cuando sea necesario y que empuje cuando se requiera. La transformación del país no termina con el voto el primero de julio, ese día apenas inicia. Hagamos historia.

Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.




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