“Un pueblo que no abusa
jamás del gobierno. No abusaría jamás de su independencia. Un pueblo que
gobernara siempre bien. No tendría necesidad de ser gobernado”
Rousseau
Juan Jacobo Rousseau es uno de los
pensadores del siglo XVIII, que inspiró movimientos revolucionarios, no solo en
Europa sino en otras partes del mundo durante la segunda mitad del siglo XVIII.
Nacido en 1712 en una república
protestante, donde se afirmaba que el pueblo era soberano, que tenía
Constitución y que existían derechos igualitarios, pero donde la voluntad del
poder de unas pocas familias se imponía.
Rousseau se fija la tarea de hablar
del contrato social y abordar el tema transversal de la soberanía, sobre esta
sostiene que:
(…) no puede ser
representada por la misma razón de ser inalienable; consiste esencialmente en
la voluntad general y la voluntad no se representa: es una o es otra. Los
diputados del pueblo, pues, no son ni pueden ser sus representantes, son
únicamente sus comisarios y no pueden resolver nada definitivamente. Toda ley
que el pueblo en persona no ratifica, es nula.
Esta idea sostenida hace más de tres
siglos parece seguir vigente, como parece seguir vigente la necesidad de una
sociedad que esté al pendiente de sus representantes; no dejar en manos de
pocos lo que le corresponde a todos.
Cuando los ciudadanos votamos y nos
vamos al sillón del conformismo; partidos y políticos -como Jorge Emilio
González que hoy ostenta una curul en el Senado y que charoleó para no ser
detenido en estado etílico o como Andrés Grarnier exgobernador tabasqueño a
cuya hija se le detectaron 3 mil millones de pesos- tienen cancha disponible
para manejar a discreción recursos, posiciones y toma de decisiones que nos
afectan a todos.
El México de hoy, requiere no
conformarnos con el tipo de partidos que tenemos, con la política que practican
o con los actores que postulan, ello es un mandato cívico superior.
Si queremos un país diferente, es
necesario no conformarnos y dejar que los caciques locales sigan
imponiendo su voluntad a través de los tribunales locales; ello es también una
responsabilidad cívica de todos, pero sobre todo de quienes fuimos formados en
la ciencia jurídica.
Hagamos la tarea que nos corresponde,
no conformarnos es un primer paso en la construcción de una nación distinta,
incluyente, plural, con posibilidades de desarrollo y con derechos
vigentes para todos.
Por hoy es todo, nos leemos la
próxima. Carpe diem.
1 comentario:
Maestro:
Magnífica columna la de este día.
Suscribo en su totalidad lo dicho, es imperativo no conformarnos, es urgente que los que faltan se levante de su cómodo sillón de status quo, solo así veremos y lograremos provocar un cambio.
Un placer leerle.
Publicar un comentario