Están ahí por una coyuntura que
ni ellos mismos sabrían explicar. No son los más brillantes de sus partidos, ni
los más queridos. Sus capacidades son limitadas pues no representan al sector
intelectual dentro de sus institutos políticos. Sus discursos no motivan, su
personalidad es del mismo color que el de su traje favorito, son los hombres
del traje gris.
Uno carga a cuestas el apellido
de su tío abuelo, Francisco I. Madero. Pero, por sí mismo -el oriundo de
Chihuahua y de 58 años- Gustavo Enrique Madero Muñoz, representa a la corriente
más atrasada del panismo, partido que hoy dirige.
En 2001, como candidato del PAN
a la Presidencia Municipal de Chihuahua, perdió ante el PRI; en 2003 se le hizo
ser Diputado Federal para la LIX Legislatura, y ahí presidió la Comisión de
Hacienda y Crédito Público, espacio que no desaprovechó para manifestar sus
simpatías neoliberales. Tres años después, llegó al Senado de la República,
pero al igual que en la Cámara de Diputados, su desarrollo fue de intrigas,
declaraciones atropelladas y lenguaje áspero.
El otro hombre del traje gris
es José de Jesús Zambrano Grijalva –sonorense de 60 años- personaje que ha
crecido a la sombra del “otro Chucho” –Jesús Ortega- el Zambrano de hoy dista
mucho en actitud, convicciones y discurso del Zambrano de los años setenta,
años en los que perteneció a la mítica Liga Comunista 23 de Septiembre.
Su número favorito es el
tres, pues siempre ha quedado en tercer lugar. En 1997 fue candidato del PRD al
gobierno de Sonora, quedando en tercer lugar. De ahí se refugió en el gobierno
del DF –con Cuauhtémoc Cárdenas- y más tarde en la delegación Gustavo A.
Madero.
En 2003, Chucho Zambrano,
volvió a ser candidato de su partido para ser Gobernador de Sonora, pero volvió
a quedar en tercer lugar. En 2008 fue candidato de la corriente interna
Nueva Izquierda para Presidente del PRD en el DF, pero volvió a perder frente a
Alejandra Barrales. La elección que lo llevo a dirigir su partido, estuvo llena
de irregularidades y de elecciones suspendidas y vueltas a reprogramar en el
Distrito Federal, Chiapas, Zacatecas, Veracruz y Oaxaca.
Finalmente, no dejo fuera al
Totocuitlapilquese –Estado de México- César Octavio Camacho Quiroz, abogado de
54 años. Creció durante el sexenio de Ernesto Zedillo, periodo en el cual fue
Gobernador del Estado de México y después se refugió en el Poder Legislativo
del 2000 al 2009, primero como Senador y luego como Diputado Federal.
Camacho Quiroz, a quien se le
quiere pintar como el gran “elaborador de libros”, es un viejo operador, fiel
al grupo que actualmente detenta el poder en el país, sabe que su disciplina lo
premia. César Octavio no es un hombre de grandes discusiones teóricas, su
fuerte es el manoteo, la imposición incluso a sus mismos “compañeros de
partido”; pero practicante de la huida y el refugio cuando no tiene poder.
Estos son los hombres que
firman el Pacto por México, un pacto que les da reflectores, voz, presencia y
estatus dentro de sus partidos. Un pacto que los beneficia, que los crece; de
ahí la actitud incondicional de Zambrano, de su obstinada suplica a no abandonar
el “Pacto”. De ahí que Madero grite un día sí y otro también “agárrenme porque
me voy”, pero que permanezca sentado y codo a codo con Zambrano.
El Pacto de los hombres de
gris, beneficia no al PRD sino a Zambrano y a “los chuchos” –y las otras corrientes
han tardado en reconocerlo así- Nueva Izquierda siempre ha estado obsesionada
en mostrarse como izquierda progresista, aunque en ello le vaya la dignidad.
El pacto beneficia Madero, pero
no al PAN; Gustavo busca mantener artificialmente una dirigencia cuestionada al
interior, una dirigencia que no sólo perdió la presidencia, sino que mando a su
partido al tercer lugar de las preferencias electorales.
El Pacto por México sólo
beneficia al PRI y a Enrique Peña, pues desmoviliza a la militancia de los partidos
de oposición, pulveriza las opiniones en contra de dicho pacto y transforma al
Congreso de la Unión en mero receptor de las decisiones de una pequeña cúpula
en la que los poderes facticos tiene gran influencia.
Así los hombres del traje gris,
mantendrán el Pacto por México, porque saben que en ello les va su propia
presencia mediática y su trascendencia política. ¿Cómo creerle a los partidos
que están sentados en la mesa del “dialogo”? ¿Cómo comprender que son una
opción distinta cuando los tres mimetizan su artificial felicidad? Estar
atentos a este tema es vital.
Por hoy es todo, nos leemos la
próxima. Carpe diem.
2 comentarios:
¡Gran texto analítico y contundente el que hoy nos presenta Maestro!
Esos hombres de gris, que tanto daño han hecho y el que falta si se los permitimos, no son más que un grupúsculo que forman parte de un club momentáneo llamado en los bajos mundos de la política “el pacto de cuates”
Un placer leerle.
Hay un artículo de Álvaro Delgado, si no me equivoco, en el que asienta que fue Jesús Ortega el que le vendió a los priistas la idea del Pacto y que se la compraron ipso facto. Claro que es un pacto que sólo beneficia a sus promotores, no a sus partidos y menos a la sociedad. Salusos, Samuel.
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