iusfilosofando

martes, 30 de abril de 2013

LOS HOMBRES DEL TRAJE GRIS





Están ahí por una coyuntura que ni ellos mismos sabrían explicar. No son los más brillantes de sus partidos, ni los más queridos. Sus capacidades son limitadas pues no representan al sector intelectual dentro de sus institutos políticos. Sus discursos no motivan, su personalidad es del mismo color que el de su traje favorito, son los hombres del traje gris.
Uno carga a cuestas el apellido de su tío abuelo, Francisco I. Madero. Pero, por sí mismo -el oriundo de Chihuahua y de 58 años- Gustavo Enrique Madero Muñoz, representa a la corriente más atrasada del panismo, partido que hoy dirige.
En 2001, como candidato del PAN a la Presidencia Municipal de Chihuahua, perdió ante el PRI; en 2003 se le hizo ser Diputado Federal para la LIX Legislatura, y ahí presidió la Comisión de Hacienda y Crédito Público, espacio que no desaprovechó para manifestar sus simpatías neoliberales. Tres años después, llegó al Senado de la República, pero al igual que en la Cámara de Diputados, su desarrollo fue de intrigas, declaraciones atropelladas y lenguaje áspero.
El otro hombre del traje gris es José de Jesús Zambrano Grijalva –sonorense de 60 años- personaje que ha crecido a la sombra del “otro Chucho” –Jesús Ortega- el Zambrano de hoy dista mucho en actitud, convicciones y discurso del Zambrano de los años setenta, años en los que perteneció a la mítica Liga Comunista 23 de Septiembre.
Su número favorito es el tres, pues siempre ha quedado en tercer lugar. En 1997 fue candidato del PRD al gobierno de Sonora, quedando en tercer lugar. De ahí se refugió en el gobierno del DF –con Cuauhtémoc Cárdenas- y más tarde en la delegación Gustavo A. Madero.
En 2003, Chucho Zambrano, volvió a ser candidato de su partido para ser Gobernador de Sonora, pero volvió a quedar en tercer lugar. En 2008 fue candidato de  la corriente interna Nueva Izquierda para Presidente del PRD en el DF, pero volvió a perder frente a Alejandra Barrales. La elección que lo llevo a dirigir su partido, estuvo llena de irregularidades y de elecciones suspendidas y vueltas a reprogramar en el Distrito Federal, Chiapas, Zacatecas, Veracruz y Oaxaca.
Finalmente, no dejo fuera al Totocuitlapilquese –Estado de México- César Octavio Camacho Quiroz, abogado de 54 años. Creció durante el sexenio de Ernesto Zedillo, periodo en el cual fue Gobernador del Estado de México y después se refugió en el Poder Legislativo del 2000 al 2009, primero como Senador y luego como Diputado Federal.
Camacho Quiroz, a quien se le quiere pintar como el gran “elaborador de libros”, es un viejo operador, fiel al grupo que actualmente detenta el poder en el país, sabe que su disciplina lo premia. César Octavio no es un hombre de grandes discusiones teóricas, su fuerte es el manoteo, la imposición incluso a sus mismos “compañeros de partido”; pero practicante de la huida y el refugio cuando no tiene poder.
Estos son los hombres que firman el Pacto por México, un pacto que les da reflectores, voz, presencia y estatus dentro de sus partidos. Un pacto que los beneficia, que los crece; de ahí la actitud incondicional de Zambrano, de su obstinada suplica a no abandonar el “Pacto”. De ahí que Madero grite un día sí y otro también “agárrenme porque me voy”, pero que permanezca sentado y codo a codo con Zambrano.
El Pacto de los hombres de gris, beneficia no al PRD sino a Zambrano y a “los chuchos” –y las otras corrientes han tardado en reconocerlo así- Nueva Izquierda siempre ha estado obsesionada en mostrarse como izquierda progresista, aunque en ello le vaya la dignidad.
El pacto beneficia Madero, pero no al PAN; Gustavo busca mantener artificialmente una dirigencia cuestionada al interior, una dirigencia que no sólo perdió la presidencia, sino que mando a su partido al tercer lugar de las preferencias electorales.
El Pacto por México sólo beneficia al PRI y a Enrique Peña, pues desmoviliza a la militancia de los partidos de oposición, pulveriza las opiniones en contra de dicho pacto y transforma al Congreso de la Unión en mero receptor de las decisiones de una pequeña cúpula en la que los poderes facticos tiene gran influencia.
Así los hombres del traje gris, mantendrán el Pacto por México, porque saben que en ello les va su propia presencia mediática y su trascendencia política. ¿Cómo creerle a los partidos que están sentados en la mesa del “dialogo”? ¿Cómo comprender que son una opción distinta cuando los tres mimetizan su artificial felicidad? Estar atentos a este tema es vital.
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem.

2 comentarios:

@BarbaraCabrera dijo...

¡Gran texto analítico y contundente el que hoy nos presenta Maestro!

Esos hombres de gris, que tanto daño han hecho y el que falta si se los permitimos, no son más que un grupúsculo que forman parte de un club momentáneo llamado en los bajos mundos de la política “el pacto de cuates”

Un placer leerle.

Roberto A. Guiochín dijo...

Hay un artículo de Álvaro Delgado, si no me equivoco, en el que asienta que fue Jesús Ortega el que le vendió a los priistas la idea del Pacto y que se la compraron ipso facto. Claro que es un pacto que sólo beneficia a sus promotores, no a sus partidos y menos a la sociedad. Salusos, Samuel.