“Debatir con
pasión, sólo habla de la importancia que tiene la palabra y la voz en la
historia de la humanidad”.
Finalmente se consumó lo que muchos mexicanos temíamos que
ocurriera, el binomio partidista en el Congreso de la Unión convertido en
aplanadora irracional y vulnerante del proceso legislativo aprobó, como lo
viene haciendo desde principios de los años noventa -cuando conviene a sus
intereses- vía FastTrack la reforma en materia energética.
De muy poco sirvió el cerco al Senado de la República y el
propio a la Cámara de Diputados; no basto la convocatoria de Andrés Manuel,
quien inoportunamente enfermó horas antes de que iniciara la discusión de la
reforma, su ausencia mediática en las redes desmovilizó a miles de mexicanos
que en todo el país esperaban el llamamiento del tabasqueño.
La iniciativa de un puñado de diputados para tomar, ya no
la tribuna, sino el recinto legislativo, no pudo contener a los operadores
parlamentarios del neoliberalismo representados en PRI, PAN, PVEM y PNA.
Desde principios de los años ochenta, con la llegada de
los neoliberales al poder, la generación nacida en los años setenta ha sido la
más afectada con las reformas estructurales que el país vive. Educación, salud,
empleo, seguridad, vivienda, cultura, son algunos de los factores que han
borrado un futuro próspero a dicha generación.
Con los neoliberales, se abrió puerta a la iglesia, se
privatizo la educación, se entregaron carreteras, teléfonos, bancos, satélites,
se desapareció el ejido, se quitaron tres ceros al peso, no se reconocieron
plenamente los derechos étnicos a los pueblos originarios, hasta el nombre se
pretendió quitar a nuestro país. ¿Ya lo olvidaron?
De nada sirvió la alternancia de partido en el
Ejecutivo Federal de 2000 a 2012; para muy poco ha funcionado que haya más
partidos en el Congreso de la Unión, cuando tres o más representan a uno mismo.
Irrelevante ha sido la “autonomía” del Poder Judicial, cuando del Presidente de
la República se trata.
El regreso del PRI, de los neoliberales a Los
Pinos, se constituye en una amenaza a la soberanía nacional, que –hay que
entenderlo de esta forma- no se refiere solo al petróleo, sino que incluye a la
seguridad nacional y la seguridad alimentaria.
Muy poco queda por entregar, ya casi nada hay que
repartir, lo preocupante de todo, es que esta generación a la que me referí al
principio, la de los nacidos en los setenta, es que acepte ser contenida por
la mass media; que permita que su educación, formación o estatus
social contengan una opinión sobre la realidad nacional que el país vive.
La educación, formación o estatus social de muy poco
servirá cuando ya nada sea nuestro. Ayer fueron telecomunicaciones y bancos;
hoy fue el petróleo, mañana ¿Qué sigue? En defensa del petróleo se tomó el
recinto, se cercó San Lázaro, pero ¿Qué sigue? El cerco a los congresos
estatales, de muy poco servirá para contener la irracional aprobación de la
reforma energética; porque si para ello hay que vulnerar la Constitución, la
Ley Orgánica, y utilizar la violencia para reprimir manifestaciones se hará. Y
sigo preguntando ¿Qué sigue? Este país vive abulia colectiva o de plano no
tiene dignidad. ¿Qué sigue?
Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe
diem.
3 comentarios:
Doctor, contundentes y necesarias palabras a la ciudadanía de este país que están dormidos.
¿Qué sigue? Una sencilla pregunta rodeada de complejas respuestas. Sigamos empujando para sacar adelante este país. Perdimos de batalla pero no la guerra.
Veamos como reaccionan los aplaudidores del sistema una vez que las reformas los alcancen.
Magnífica columna #Iusfilosofando, necesaria su difusión masiva.
Un placer leerle.
Gran reflexión la que nos comparte Doctor, totalmente de acuerdo con ello.
Juan Carlos
yo nací en la epoca que menciona y cuando escucho a mis papás cuando cuentas su juventud me doy cuenta que este país esta muy mal.
Hoy que lo leo corroboro eso, gracias por su columna.
Martha Gómez
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