iusfilosofando

viernes, 18 de octubre de 2013

EL VOTO FEMENINO Y LA DESMEMORIA



"En mi casa mando yo, pero mi mujer toma las decisiones."
Woody Allen

La lucha femenina por ejercer los derechos de votación y decisión, inicio hace varios siglos en el mundo. En México sus primeras manifestaciones importantes se dan durante los años 1884 y 1887, cuando la revista femenina Violetas del Anáhuac, fundada y dirigida por Laureana Wright González -en la que escribían sólo mujeres- demandó el sufragio femenino.
El 13 de enero de 1916, cuando se realizó el primer Congreso Feminista, uno de los principales acuerdos a los que se llegó fue demandar que se otorgara el voto ciudadano a las mujeres.
Por otra parte, en la promulgación de la Constitución de 1917, si bien es cierto no se negaba la ciudadanía a las mujeres, ni su oportunidad de votar; también lo es  que no se contempló expresamente ese derecho.
En 1923 la Sección Mexicana de la Liga Panamericana de Mujeres convocó al Primer Congreso Nacional Feminista, entre sus principales demandas estaban la igualdad civil para que la mujer pudiera ser elegible en los cargos administrativos y se decretara la igualdad política y la representación parlamentaria. Ese mismo año, el gobernador de San Luis Potosí, Aurelio Manrique, expidió un decreto en el que se concedía a las mujeres potosinas el derecho a votar y a ser elegidas en elecciones municipales.
Por su parte en Yucatán, Elvia Carrillo Puerto resultó la primera mexicana electa diputada al Congreso Local por el V Distrito, el 18 de noviembre de 1923. No obstante, solo ocupo su cargo por dos años pues tuvo que retirarse por amenazas de muerte. Tras esos hechos se trasladó a San Luis Potosí, y fue electa al obtener la mayoría de votos, pero el Colegio Electoral no reconoció su triunfo.
En 1937 Lázaro Cárdenas envió a la Cámara de Senadores la iniciativa para reformar el artículo 34 constitucional, como un primer paso para que las mujeres obtuvieran la ciudadanía. Sin embargo, la retrograda postura de los miembros del partido oficial representaron el principal obstáculo para que la mujer conquistara el derecho al voto desde 1937; aunque la iniciativa fue aprobada por ambas cámaras y por las legislaturas de los Estados -y sólo faltaba el cómputo y la declaratoria prevista por el procedimiento constitucional- la familia revolucionaria de aquel momento, decidió no concluir al trámite legislativo bajo el argumentando que el voto femenino podría ser influenciado y manipulado por los curas.
Ahora bien, si bien es cierto que el 24 de diciembre de 1946, la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa enviada por Miguel Alemán, -adición al artículo 115– que establecía que en las elecciones municipales participarían las mujeres en igualdad de condiciones que los varones, con el derecho a votar y ser elegidas. Lo cierto es también que no fue sino hasta el 17 de octubre de 1953 – con Ruiz Cortines- que se publicó en el Diario Oficial el nuevo texto del Artículo 34 Constitucional que establecia: “son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.
De esta forma se reconoció oficialmente el derecho de las mujeres a elegir a sus gobernantes y a ser electas. Pero el sufragio femenino no fue un obsequio ni una concesión, sino el resultado de movimientos universales y locales a favor de la equidad de género.
Y es que este país tiene una gran deuda con las mujeres, no solo por haber llegado tarde al reconocimiento del voto femenino- fuimos el último país de América latina; el primero fue Uruguay en 1927- sino porque 60 años después, la condición de madre soltera, indígena, pobre, vieja, lesbiana, discapacitada,  analfabeta, sigue siendo la etiqueta para discriminar a la mujer y argumento para que las mujeres sean maltratadas, segregadas, amenazadas, desaparecidas, violadas y asesinadas.
¿Cómo hablar de estar a favor del derecho de las mujeres cuando el Estado de donde proviene quien hoy ocupa Los Pinos, es uno de las principales entidades con feminicidios? y los Estados donde gobiernan integrantes de su partido, se han negado a declarar la alerta de género.
Hoy de nada sirven los recursos retóricos de inclusión, no cuando solo hay tres mujeres en el gabinete federal. Cuando en el Congreso la presencia femenina es inequitativa o cuando en el poder Judicial la presencia de la mujer es simbólica.
¿Cuánto tiempo más tendrá que pasar para que la condición de mujer no sea una razón de exclusión? Los partidos y los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial deben de responder en lo inmediato.
¿Ustedes que piensan? Por hoy es todo, nos leemos la próxima. Carpe diem


1 comentario:

@BarbaraCabrera dijo...

¡Excelente columna Doctor!